26 de julio de 2008


Get Smart

Dirigida por Peter Segall



Este humilde escriba tiene algo que confesar: no soy un hombre de comedias. En un video club, lo mío no es ir derecho a la estantería del género, buscando la portada más tonta o la cara de Jim Carrey. Es mi naturaleza regocijarme en los aspectos menos iluminados y cuestionables de la esencia humana, por lo que mis opciones de arriendo y/o compra las encuentro en las estanterías de drama, acción y terror. Es en esos apartados donde hallo el combustible que mantiene vivo el fuego de mi pasión por el cine. No es muy común que una comedia logré entusiasmarme, siendo en extremo difícil que un film del género logre mi aprobado.

Dicho esto, no negaré que, de tanto en tanto, algún que otro film sí logre vencer mi reticencia y hasta es posible que me arranque un puñado de carcajadas. Con todo, no sucede a menudo y muy pocas veces he encontrado comedias que pueda considerar buen cine. No en el cine contemporaneo, por lo menos. Mis años de disfrutar indiscriminadamente de la comedia cinematográfica se acabaron nada más dejar de ser veinteañero. De aquellos años y de mi gustos de infancia, conservo un afectuoso cariño por The Three Stooges y The Marx Brothers; Jerry Lewis y Peter Sellers (cuyas obras aun disfruto mucho) y la primera etapa de los hermanos Zucker (Airplane, The Naked Gun, Top Secret). Por supuesto, Woody Allen en su años setenteros... Actualmente, sólo los productos de Judd Apatow (Knocked Up, The 40 Years Old Virgin como director; Superbad, Walk Hard, entre otras, como productor) logran despertar mi lado gracioso; sin mencionar el placer culpable que me proporcionan los films de Adam Sandler, cuyo humor infantil y escatólogico, comprensiblemente, apesta a muchos, pero a mi me hacen reir como un tonto.

Un caso aparte, entre todos estos nombres, es Mel Brooks. Ah, que sería del mundo sin Mel Brooks, cuya larga filmografia puede que sea altamente irregular pero también está jalonada de films desternillantes y politicamente incorrectos. De la mente del hombre que definió a David Lynch como “un James Stewart recién llegado de Marte” (la faceta de Brooks como productor no es muy valorada, pero gracias a su intervención, Lynch dirigió The Elephant Man y más tarde pondría el dinero para The Fly de David Croneneberg) han salido joyas inimitables como The Producers, Blazzing Saddles, Young Frankenstein, Silent Movie, History of the World y muchas otras. La carrera profesional de Brooks es larga y fructifera, comenzando por su trabajo televisivo en los años sesenta donde se destacó por crear un recordado show llamado Get Smart.

Get Smart, estrenada en 1965 por la cadena NBC en E.E.U.U., tomaba las premisas básicas de las cintas de espionaje – incluyendo, claro está, a James Bond - y las ponía patas arriba con gran efectividad y altas cuotas de sublime tontería. Así, las aventuras de los efectivos de Control - Maxwell Smart, la agente 99, el Jefe - y su eterna lucha contra Kaos y sus esbirros (Siegfried y Starker) deleitaron a la platea televisiva por cinco temporadas con su deliciosa parodia de la CIA, la KGB y las inevitables referencias a la Guerra Fría. Luego que el show salió del aire, ha disfrutado por largos años de mucho éxito como producto de reposición (vale decir, como refrito para llenar horario) a lo largo y ancho del mundo. En 1980, la serie fue llevada al cine por primera vez bajo el título “The Nude Bomb”, aunque la respuesta del público y la crítica fue negativa. Las aventuras de Smart volvieron a la pantalla en un telefilm de 1989 (Get Smart, Again) y en el 1995, justo cuando se cumplían 25 años desde su cancelación, se lanzó una segunda serie sobre Smart. Lamentablemente, los cambios hechos a la fórmula clásica fueron drásticos y muy mal recibidos (incluían a Smart como jefe de Control, siendo su hijo quien llevaba el peso protagonista como agente de campo). El proyecto fracasó tan estrepitosamente que sólo se llegaron a emitir 7 episodios. Lo que nos trae a la presente versión de Get Smart.

La nueva versión cinematográfica del show televisivo sigue el mismo patrón de homenaje/reinvención de otros projectos de este tipo, como Dukes of Hazzard o Starky and Hutch, por lo que no resulta para nada original ni su postura frente al material que adapta ni la forma en que desarrolla la historia. La idea es tomar aquellos elementos que caracterizaban a la serie (y por los que el público la recuerda) y ponerlos en un contexto contemporáneo, muchas veces modificando detalles; a veces eliminando o agregando otros. Todo esto en función de hacer el producto lo más asequible al espectador promedio. Muchas veces este proceso destruye lo que intenta adaptar (Lost in Space), lo desfigura del todo (Mission: Impossible) o lo idiotiza (Starky & Hutch). Get Smart escapa de estas tres categorías y cae en una completamente nueva: no saber que quiere ser.

El trabajo de Peter Segal es, por lo general, eficiente en esta producción, puesto que no es un advenedizo en el género (es un colaborador habitual de Adam Sandler y firmó la que considero su mejor comedia, 50 First Dates) pero aquí comete el error de no definir bien el curso de su película. Por esto, el film termina siendo un híbrido entre una comedia y una cinta de acción, con ambas facetas intentando ganar protagonismo. El humor es eficiente, aunque está lejos de ser memorable, y no alcanza en ningún momento la depurada combinación de estupidez y parodia que caracterizaba a la serie de televisión (los intentos de aplicar sus gags más reconocibles resultan, a ratos, forzados). En cuanto a la acción, está bien filmada y coreografiada, con momentos tan bien logrados que ya los quisieramos ver en una cinta de acción hecha y derecha. Es más, el guión está diseñado para hacer de la acción el atractivo principal de la cinta. Como espectáculo sin duda es excitante ver saltar a la gente de aviones sin el necesario paracaidas y huir de edificios que explotan. El problema es que Get Smart toma su inspiración de una comedia que nunca tuvo la acción como elemento principal y cuyo fuerte estaba en los diálogos y las situaciones absurdas.

La union de acción y humor puede funcionar muy bien, siempre y cuando el guión este bien estructurado y compense adecuadamente una cosa con la otra (como ejemplo sublime, se me viene a la memoria la reciente Hot Fuzz de Edgar Wright). Casi puedo ver al comité creativo de Get Smart llegando a la conclusión de que no les llegaba el material de humor para sostener todo el film y, subitamente, decidir que llenarían el correspondiente espacio vació con acción. “Si no los hacemos reir todo el metraje, por lo menos los confundiremos con ruido y pirotecnia, para que no se den cuenta...”

Además, nada más comenzar, la película comete un terrible error de tono y lógica que es del todo inepto. La cinta nos presenta a Smart como el Smart que conocimos en la serie, salvo por el hecho de que aún no es agente de campo, sino analista de Control. No es el hijo, ni el nieto, ni el clon del Max televisivo. Sin embargo, nada más entrar a las oficinas de Control, ubicadas en los subterraneos de lo que parece ser un museo gubernamental, lo primero que vemos es una exposición de la ilustre historia pasada de la agencia. Y qué es lo que encontramos allí expuestos? Nada más ni menos que el coche y el traje que usaba y vestía Don Adams en la serie de televisión. Con un mínimo de lógica, la explicación más normal a asumir es que, dentro del universo de la película, Maxwell Smart existió y que vivió en un pasado indeterminado. En ese caso, ¿quien es este Maxwell Smart que nos presentan ahora? Ahhh, el guión no se toma la molestia de contestarnos esa simple pregunta. Tal vez el exigente soy yo, pero no me parece que un poquito de consistencia sea pedir demasiado. Y sé que es una comedia, pero – por favor – algo de respeto con la platea, que no somos tontos. Para más inri, el Max contemporaneo usa el coche y el traje en el climax de la película...

Dejando de lado el mal trago de esa secuencia inicial, la película transcurre con la liviandad de toda comedia veraniega. La trama es una mera excusa para poner en marcha la máquina de torpezas que es Max y dejar al estimable Steve Carrell ganarse al público con su habitual simpatía. De hecho, es la presencia de Carrell – actor polivalente que puede tanto hacer el ridículo más hilarante en sus comedias (“The 40 years old virgin” es una de las pocas comedias actuales que puedo recomendar de corazón) como entregar actuaciones contenidas y de gran humanidad en dramas como Little Miss Sunshine – y su innegable talento es lo que, en buena medida, salvan a este film de la quema. El reparto que trabaja junto a Carrell también aporta lo suyo con una Anne Hathaway de lo más sexy, Dwayne Johnson (a.k.a. The Rock) pasándoselo muy bien en un rol secundario y el siempre excelente Alan Arkin – compañero de reparto de Carell en Little Miss Sunshine – como el Jefe. La sorpresiva presencia de Terence Stamp como el villano de la función y un breve rol de James Cann como el presidente de los Estados Unidos (con alusión tontorrona a Bush incluida, por supuesto) cierran el ecléctico reparto.

En definitiva, como adaptación de un clásico del humor televisivo, Get Smart está por debajo de las expectativas, llevando la premisa original, por via de la modernización, a sendas que no son las suyas. Estamos ante una cinta de verano típica, liviana, inofensiva y medianamente olvidable, sin llegar a ser ramplona. Tiene momentos rescatables, se deja disfrutar si tus niveles de exigencia están somnolientos, pero no es un film que vaya a dejar una huella duradera en el género de la comedia.