6 de agosto de 2008


Spaced

Dirigida por Edgar Wright





Dejando de lado el cine de momento, me permito hacer un desvío hacia las estepas catódicas y poner el dedo sobre uno de las series de TV que más han logrado impactarme en los últimos años. Irónicamente, es una comedia...

Si los nombres de Simon Pegg y Edgar Wright no les suenan de nada, tienen que hacer sus deberes y visionar sus filmes Shaun of the Dead y Hot Fuzz, dos de las comedias british más satisfactorias y derechamente admirables de los últimos tiempos. Cierto es que hace un par de entradas atrás me confesaba como un hombre ajeno a la comedia. También es cierto que, de tanto en tanto, encontraba excepciones a la regla. Más que excepciones, estos dos filmes me han devuelto la fé en la comedia cinematográfica. Hablaremos de ellas luego, puesto que estos niños dotados del género, no surgieron de la nada y su primigenia colaboración es de tan extrema calidad que merece hablar un poco de ella.

El fenómeno que hizo despegar las carreras de Pegg – quien desde entonces ha aparecido por todos lados desde Mission Impossible III hasta el próximo capítulo de la saga Star Trek (interpretando a Montgomery “Scotty” Scott, nada menos) y Wright (en preproducción de Ant Man para Marvel Films, entre otros proyectos en conjunto con Pegg y su habitual colaborador Nick Frost) tuvo origen en un ahora clásico show televisivo titulado Spaced, transmitido originalmente en UK por Channel 4 a partir de 1999, con una segunda tanda de episodios en el 2001. Spaced tuvo una fugaz, pero recordada trayectoria de apenas 14 capítulos en total, divididos a partes iguales entre sus dos temporadas, estando dirigidos en su totalidad por Wright y escritos en tandem por Simon Pegg y Jessica Stevenson, sus protagonistas. Desconozco el motivo de que muchos shows televisivos británicos sean de tan corta vida. A pesar de su eventual o sorpresivo exito, las sitcoms en la isla del Big Beng generalmente no pasan, salvo algunas excepciones, de las 2 o 3 temporadas (“series” en jerga british). Este servidor se ha vuelto bastante adicto a la tv producida en Inglaterra y es de lo más desalentador comprobar que mis series favoritas han tenido una andadura muy breve. De mis recientes fetiches catódicos – The Office, Spaced, Life on Mars, Black Books y Coupling – sólo esta última a llegado a las 4 temporadas. El lado positivo a recuperar en las breves existencias de estas series es que la calidad no tiene tiempo para diluirse y, por tanto, el nivel general de excelencia es sumamente alto. Un hecho por demás indiscutible en Spaced.

Si un espectador desprevenido se sentara a ver la serie completa, como lo he hecho para este artículo, gracias a su cuidada edición en dvd (disponible tanto en UK como en USA), podrá comprobar que el standar de calidad no tiene merma alguna en su breve vida creativa. La serie comienza con paso seguro y no flaquea en ningún momento. La mixtura de comicidad, ligero drama y desarrollo dramático de los personajes es muy lograda. Lo que brinda particularidad a Spaced entre sus hermanas temáticas es su honesta celebración de unos personajes para nada típicos, muchas veces falibles en sus obsesivas conductas, pero siempre inclinada a regodearse amablemente en sus imperfecciones. Si se le agrega un inequívoco compromiso con el universo geek, mediante recurrentes y ocurrentes referencias al mundo del cine y los cómics, el resultado es un producto televisivo destinado al culto. La serie se inicia con Tim Bisley (Simon Pegg) - un artista gráfico, aficionado al skateboard y geek de primer orden, que espera su oportunidad de éxito trabajando en una tienda de comics – y Daisy Stainer (Jessica Stevenson entonces, ahora Hyde), una escritora con problemas de autoestima y una acuciante falta de concentración, conociéndose accidentalmente en un café. Ambos están en situaciones deprimentes – a Tim le ha abandonado su novia; Daisy quiere dejar el piso que comparte con unos amigos que no hacen más que ignorarla – y buscan un nuevo lugar donde vivir, pero la suerte no les favorece demasiado. Tras largas jornadas compartiendo el periódico de anuncios y buscando en vano soluciones por separado, lo único que encuentran disponible es un pequeño apartamento destinado a una “pareja profesional”.



Tim y Daisy, los mejores amigos que nunca tuviste



Antes de que puedan decir pareja dispareja, ambos deciden fingir, no obstante lo incipiente de su amistad, ser esa “pareja profesional” y alquilar el apartamento. La secuencia en que planean el engaño – con su frenético montaje y sus citas a “Green Card” de Peter Wier - es la primera muestra de que estamos ante una sitcom refrescante en su soltura con la puesta en escena (constantemente apelando a una inspiración cinematográfica) y los convencionalismos del género, una opción estilistica que definirá a toda la serie. La engañosa simplicidad de este set up ocupa el primer episodio y a partir de este, la serie nos presenta los personajes que acompañaran a Tim y Daisy en sus aventuras. Está Mike Watt (Mike Frost, amigo en la vida real de Simon Pegg y sin ninguna experiencia actoral previa a su excelente trabajo en la serie), amigo de infancia de Tim y miembro del Territorial Army británico (algo así como la reserva civil del ejercito, aunque en algún momento de su pasado fue expulsado del servicio por robar un tanque e intentar invadir Paris). Mike, a pesar de sus obsesiones bélicas, es un bobo adorable que se pliega con gran facilidad a los designios de Tim, merced de su infatigable lealtad.

Brian Topp (Mark Heap), el vecino del primer piso, es un pintor algo perturbado y eventual artista conceptual, que finge ser un abogado ante su familia por vergüenza de admitir sus inclinaciones artísticas (la repetida pregunta ¿Qué pintas? da pie a un hilarante gag que responde con detalle a esta duda). Twist Morgan (Kathy Carmichael), que completa el quinteto joven del reparto, es la egocéntrica amiga de Daisy, a la que esta describe como trabajadora de la moda (en realidad, es dependienta en una lavandería) y que es completamente inconsciente de su tremenda falta de tacto y modestia. La última pieza en este disfuncional grupo es Marsha Klein (Julia Deakin), dueña de la casona donde están ubicados los departamentos y vecina también. Marsha es una alcohólica funcional, eternamente vista con un cigarro en una mano y una copa en la otra, que alguna vez se cobró con sexo la falta de dinero de Brian y vive en la esperanza de repetir la experiencia. Además tiene una maleducada y combativa hija adolescente, a la que nunca vemos, pero escuchamos constantemente sus discusiones. Sumados a este plantel fijo se suman algunos personajes esporádicos como la ex novia de Tim, Sarah (Anna Wilson-Jones), el actual novio de esta, el pedante y desagradable Duane Benzie (Peter Serafinowicz, la voz de Darth Maul en Episode I) o el jefe de Tim en la tienda de comics Fantasy Bazaar, Bilbo Bagshot (Bill Baley, un conocido comediante del medio británico).

La primera temporada explora el día a día de los personajes, siempre enmarcada en el contexto de las coloridas y a veces surreales correrías (y creanme que Spaced tiene momentos inspiradamente surreales) de Tim y Daisy, pero siempre manteniendo el apego a lo cotidiano. Un tema constante es la idea de ocultar a Marsha el hecho de que en realidad los protagonistas no son pareja, aunque es importante recalcar que la serie no basa su guiones ni su alto grado de comicidad exclusivamente en este punto. Muchas veces este aspecto pasa a un segundo plano en favor de motivaciones tan diversas como una improvisada fiesta de bienvenida organizada por Daisy en el segundo episodio “Gatherings” y que termina en un conseguido homenaje al “Close Encounters” de Spielberg o la noche rave a la que se entregan Tim y compañía en “Epiphanies” instigada por su amigo Tyres, un ciclista mensajero con complejo de deficit atencional al que Wright saca todo el partido posible en sus breves, pero desternillantes apariciones (atentos al gag de la deuda de 20 libras, es de antología).

Por supuesto, el viejo tema de la atracción romántica surgida de la obligada convivencia de dos almas opuestas está debidamente recuperado y usado con máximo efecto. Aquí tanto director como guionistas, juegan sabiamente con las espectativas del espectador - ya en Gatherings desplegaban un sabroso innuendo al respecto- y dilatan la tensión inherente al tema durante toda la serie, haciendo que Daisy tenga un novio estable durante los primeros episodios y que Tim consiga pareja durante la segunda temporada (que es aprovechada como catalizador del desenlace de la serie). Los creadores siempre apuestan por la opción menos evidente a la hora de hacer reir y gracias a ello encuentran fértil campo para la carcajada en situaciones tan costumbristas y mínimas como un infructuoso viaje a la oficina de cesantía o los imprevisibles devenires de un cambio de trabajo y jefe, los intentos de Daisy por conseguir empleo más allá de sus anhelos de escritora (condenados por su tendencia a increpar con un fuck you a los desprevenidos clientes) o la dolida decepción de Tim con Episode I ( !!!Jar Jar hace que los ewoks se parezcan al maldito Shaft¡¡¡). En todo momento, las posibilidades humorísticas de los guiones son aprovechadas al máximo, con gags que van y vienen con la rapidez del rayo y un tratamiento visual que recuerda mucho a un Sam Raimi recien salido del set de Evil Dead. También hay un cuidadoso manejo de los roles secundarios. Tanto Mike como el resto del reparto tienen momentos para brillar con colores propios, no obstante el hecho de que Tim y Daisy siempre estén en el ojo del huracán y de que los distintos hilos narrativos terminen concentrándose en ellos. Así, a lo largo de los capítulos, Mike es readmitido en el Territorial Army, para luego ser ascendido a sargento. Brian comienza una relación apasionadamente sexual con Twist, si bien sus consecuencias inmediatas son del todo inesperadas y causan, si cabe, un grado más de preocupación para el neurótico artista. Brian hace también las pases con su madre y logra cierto éxito profesional.

Spaced da muestras de bienvenida evolución con una segunda temporada más concentrada en hacer vivir a sus personajes una suerte de prueba de iniciación a la adultez, dejando un poco de lado los juegos de índole más pueril de su primera etapa, pero sin perder nunca el ritmo de su comicidad. Los temas que tratan esta última racha de episodios se nutren directamente de los hechos de la primera serie y continúan con el atinado estudio de personajes. Daisy acaba de cumplir su sueño de visitar el Taj Mahal gracias aque por fin a vendido algunos artículos (pero sobre todo a la herencia de su difunta tía) y encuentra dificil acomodarse a la rutina de vuelta en Londres. Tim pierde su trabajo en Fantasy Bazaar luego de insultar a un niño por su gusto de Jar Jar Binks y Mike vive por un tiempo con ellos antes de mudarse a casa de Marsha (su reacción a los avances sexuales de ella es absolutamente hilarante). Tim y Mike participan en la guerra de robots (con referencia a Fight Club incluida) y Tim está a punto de realizar sus proyectos profesionales al ser solicitado por el editor de Darkstar Comics (un obvio homenaje a Dark Horse comics) y de paso conseguir a la chica de sus sueños, Sophie. La cancelación de una cita con Sophie da píe a uno de los momentos más surreales de la serie cuando Tim y Daisy se ven obligados a enfrentarse a un grupo de adolescentes beligerantes mediante el viejo estilo de las “pistolas de dedos”, en una secuencia digna del mejor John Woo al que, por supuesto, se está homenajeando.




Mike y Tim, lealtad a pueba de todo




Los dos últimos episodios de la serie cierran el desarrollo narrativo con una fuerte carga emocional. Tim se ha vuelto descuidado con su romance (Marsha le observa besándose con Sophie). Asumiendo una clara infidelidad hacia Daisy, cuyo cumpleaños está al caer, Marsha intenta consolarla y esta decide que la charada a de terminar (motivada por los subconcientes celos que siente hacia Sophie). La noche de la celebración se presta para una comedia de equivocaciones, pero termina en una noche de recíprocas confesiones que dejan a Marsha decidida a vender la casona y disolver la amistad que le unía con Tim, Daisy y los demás y que ahora considera traicionada por sus mentiras. Wright monta aquí una secuencia especialmente delicada en su tratamiento de los sentimientos y la cita a The Empire Strikes Back con la que cierra el episodio es tan emocionalmente atinada como conmovedora.

El episodio final, termina, era que no, con luminosidad. Es un cierre que deja felices a todos y logra admirablemente mantener el tono y no traicionar las propuestas originales de la serie con la amable dulzura de sus imágenes finales. A pesar de la tensión romántica entre Tim y Daisy, que ha alimentado gran parte de estos últimos episodios, no hay grandes aspavientos para concluir su viaje emocional. Wright cierra el aspecto romántico con un sencillo plano de lo protagonistas viendo la televisión. Queda a juicio del espectador cargar las imágenes con el romanticismo que estime necesario. El tono es menor y la sensación general, de sosegada satisfacción. Spaced tiene un gran sentido de la continuidad y ha adquirido en esta segunda temporada una orgánica cualidad para crecer dramáticamente. Los personajes sutilmente se nos han vuelto seres humanos, que aprenden lecciones y sacan sabiduría de sus errores, sin que la narración nunca caiga en lo didáctico o lo meramente edulcorante. Cada miembro del reparto es importante en este aspecto y aporta lo suyo al peso específico del programa y a los temas que Wright desarrolla a su interior. El factor de reconocimiento personal por parte del espectador es muy alto y las situaciones nos son tan reconocibles que es imposible no sentir un lazo de unión. De hecho, su capacidad para crear lealtad hacia los personajes y sus vaivenes es uno de los factores que hacen a la serie tan adictiva.

En el fondo, Spaced trata de gente común y corriente intentando poner sentido en sus vidas, explorando las potencialidades de sus personas, a veces equivocándose de manera espectacular, y siempre con la idea subyacente de ser fiel a sí mismos, no importando cuan imperfectos o decididamente bizarros puedan parecer a ojos de los demás. Lo informal de su empaque y su humor juvenil hacen de su disfrute algo muy sencillo. Podemos quedarnos en la superficialidad de sus citas cinéfilas y su constante navegar en las aguas de la cultura pop contemporánea y no habría merma al disfrute. O podemos ir un paso más allá y recuperar la empática humanidad de sus personajes y ver en ellos el reflejo romantizado y juguetón de nosotros mismos, como alguna vez fuimos. Quizas, como aún somos. Por sobre todo, las aventuras de Tim, Daisy y compañía son extremadamente divertidas, perpetradas con un humor de sutil inteligencia y llevada a cabo por un equipo de gente indudablemente dotada para el género.

Sin duda, mucho más de lo que en principio aparenta, Spaced es un hito televisivo por completo merecedor de su status de culto.Una obra mayor en un medio no acostumbrado a la grandeza.