13 de agosto de 2008


The Dark Knight

Dirigida por Christopher Nolan




Debido a la estúpida decisión de Warner de posponer el estreno de Dark Knight en España un mes con respecto a la fecha de estreno mundial (y que ha afectado, más o menos, de igual forma a toda Europa) este escriba fue sometido a una difícil e injustificable espera para disfrutar de la segunda incursión del señor Nolan en el universo batmaniano. En el ínterin, incapaz de sustraerme a la curiosidad, leí todas y cada una de las reviews que se iban publicando on line en las vitrinas de opinión que me son de mayor confianza. Todas ellas plagadas de halagos y favorablemente adjetivizadas ad infinitum. Luego llegaron los comentarios de mis contactos al otro lado del charco, cuyos comentarios valoraba por sobre todos. Mis buenos amigos, antiguos compañeros de estudios y leales tertulianos de incontables jornadas, daban también su visto bueno. Aprobada, con distinción, fue el veredicto final. Mis deseos de ver la película crecían exponencialmente. Para entonces las piezas de información que a diario procesaba, sentado frente a la pantalla del computador, comenzaron a darme una idea de la magnitud de lo que me esperaba, un cuadro admirable tanto en forma como en contenido. La evidencia era irrefutable. Christopher Nolan se había superado a sí mismo. Y el mundo se inclinaba en una unánime alabanza ante The Dark Knight. Tan sólo faltaba una cosa: ¡¡Tenía que verla por mí mismo!!

Tal vez el mes más largo de mi vida, acaba de terminar hace unas horas. Y lo único que puedo musitar es WOW. Ahora mismo tengo en la mente, rebotando de un lado a otro de mi cráneo, la frase que un muy estimado amigo usó para cerrar su impresión sobre la película: “la vas a amar con toda tu alma”. Por supuesto, él – como todos mis allegados – sabe que soy un batfreak. Uno muy exigente. Uno que tiene una idea muy definida de lo que debe ser Batman en una pantalla de cine. Uno que vio con acuciante decepción como Warner y Joel Shumacher conspiraban para destruir todo lo que Tim Burton había hecho por el justiciero de Gotham (que no era perfecto, pero iba por buen camino). Uno que vio con horror como “Batman y Robin” hundía cualquier esperanza de ver de nuevo un Batman, como tiene que ser. Un caballero oscuro.

Y ahora... Ahora me siento como la primera vez que vi el “Superman” de Richard Donner. El corazón me bombea con fuerza, las emociones atascadas en la garganta. La cabeza llena de ideas y palabras. No sé por donde empezar... Esta es la película de Batman que había esperado toda mi vida.

Batman Begins me dejó extático la primera vez que la disfruté en la sala de cine. Y las muchas veces que la he revisitado en casa, no han hecho más que aumentar mi admiración por ella. Pero lo que Nolan ha hecho con The Dark Knight va mucho más allá de su atinadísimo ejercicio de reelaboración de un superhéroe y sus mitos. Ha tomado una senda peliaguda y de complicada ejecución. Ha transformado lo que alguna vez el magno Alan Moore definiera como “la tontería esencial de los comics” - la constante y muchas veces banal confrontación entre héroe y villano - en un drama por completo adulto, sin mayores concesiones a la platea y de profundas repercusiones existenciales.

En Begins, Nolan hacía el rayado de cancha, como diciéndonos “este es el tono, estas las reglas”. Preparaba el terreno. Nos ponía sobre aviso. Con las presentaciones hechas y las piezas en su lugar, ha decidido tomarse las cosas realmente en serio. The Dark Knight no es un film sobre un superhéroe y un supervillano dándose de puñetazos. Es un thriller de proporciones épicas, donde un héroe y un villano, míticos ambos en su envoltura y presentación, se enfrentan por el alma inmortal de una ciudad. Es un film donde las decisiones tienen verdaderas y dolorosas repercusiones. Donde las amistades son puestas a prueba. Donde la esencia misma del héroe se pone en cuestionamiento. Un film que tiene la valentía de hacer pasar a su protagonista por un infierno, físico y emocional, y dejarle, sin solución de continuidad, en el más impío de los callejones sin salida.

Hacer un recuento de la película es, a esta altura, algo inútil. Tal vez haya media docena de personas en el planeta que no haya visto The Dark Knight en su semana de estreno. Valga decir que Nolan y su coescriba y hermano, se han sacado de la manga un enrevesado rompecabezas criminal desplegado con mano maestra a lo largo de los extenuantes 152 minutos de proyección. Un rompecabezas donde cada pieza está cargada de implicaciones morales y dilemas desgarradores, cuyo propósito es quebrar al héroe y alzar al caos como único monarca. En su centro, como letal maestro de ceremonias, un Joker absolutamente mesmerizante en su capacidad para estar un paso por delante de todos y cuya particular visión del mundo no deja de tener una lógica enfermiza. Precisamente como debe ser el Joker. Mucha tinta se ha vertido en alabanzas al trabajo de Heath Ledger como el Principe del Crimen. No seré yo quien desdiga lo evidente. Ledger borda el papel y convierte su retrato del Joker en el despeinado estudio de una amoralidad desbocada, mucho menos demente de lo que podríamos suponer a primera vista. La versión del Joker con la que Nolan nos inquieta es, sobre todo, la de un brillante estratega del caos, antes que un mero psicópata. Y por ello, resulta mucho más perturbador. Un rival interpretativo digno del intenso trabajo de Christian Bale, quien nuevamente da muestras de ser un excelente Bruce Wayne/Batman.

El inmisericorde ritmo del film no da respiro en ningún momento (de ahí lo extenuante de su visionado) y está tratado con una espectacularidad visual a toda prueba. The Dark Knight, como todo film de Nolan, es un cuidado engranaje audiovisual de precisa orfebrería. Insuperable prueba de esto son las apariciones del Joker, empapadas de una tensión perfectamente orquestada, fruto de las expertas composiciones de cuadro y la conjunción/contraste de la música (el duo Hans Zimmer y James Newton Howard, dando nuevo brillo a su excelente colaboración). Ese enervante zumbido que acompaña al Joker a donde quiera que vaya, es como escuchar la máquina de su mente en funcionamiento. Excelsa puesta en escena. Lo mismo se puede decir de la presencia de Harvey Dent/Two Face. En un momento Joker dice que Harvey es su as en la manga. Eso es lo que es, exactamente. Tanto como punto focal en el plan del Joker como pieza clave en la corrupción del incipiente Camelot del propio Batman, la presencia de Two Face es el elemento dramático que dota al film de su componente más trágico y dolido. Bien mirado, el relato gira por completo en torno a la figura de Harvey Dent y su caida. El trabajo de Aaron Eckhart es perfecto en su transmutación de angel de luz a deforme ser de las sombras. Ni siquiera los patentes ajustes a su origen, en completo desacuerdo con los del comic, logran hacer merma en la filigrana dramática que Nolan orquesta con la mano firme de un esteta en plena forma.

El preciso trabajo de guión y la tremenda puesta en escena, llevan los acontecimientos por sendas que escapan por completo a lo que estamos acostumbrados en una película de superhéroes. De nuevo, Nolan se ha tomado las cosas completamente en serio. El resultado es un film complejo, desafiante, apenas dispuesto a jugar con los elementos más fantásticos del género y mucho más abocado a construir un laberinto lleno de trampas mortales, posiciones insostenibles y, finalmente, una salida que no es tal, sino una trampa más. Todo en este film apunta hacia ambiciones más amplias. El panorama geográfico es más amplio, los dilemas mayores, las repercusiones mas serias. Los personajes se mueven por un espeso mar de oscuridad que amenaza con tragárselos a todos. La terrible sensación de que los buenos pueden perder – y en buena medida, los héroes son los perdedores en este relato – dota a la película de un halo de tragedia que pocas veces he visto ser llevada a tal extremo en un género como el de los superhéroes. Allí donde tantas otras adaptaciones han caido en la liviandad y la torpeza expositiva, The Dark Knight da muestras de estar constantemente abriendo nuevos territorios dramáticos y no temer en absoluto lidiar con temas tan incómodos como la paranoia terrorista o las excesivas intrusiones en la vida privada en aras del bien común.

El héroe es tan grande como digno sea su contrincante es un viejo leit motiv de los relatos heroicos de antaño. Y en este caso, el choque de colosos que Nolan nos presenta deja a Batman en una frágil posición ante Gotham y sus ciudadanos. Es desconsolador comprobar como, en última instancia, es Joker quien rie al final. Consumado su plan, nuestros héroes están o bien del todo consumidos por la corrupción o manchados por ella. Nada puede ser como antes. El blanco y negro pasa a ser una gradación de grises. El maniqueísmo del cuento infantil mutado en compleja metáfora adulta. En el eterno teatro de guerra que es la cruzada del justiciero, Batman pasa a a ser una figura tan trágica en su dimensión humana como mítica en su grandeza. De ahí que las sentencias de Gordon en los poderosos planos finales del film nos suenen a letanía de cuento legendario. Nolan hace de Batman un ser humano y un titan. Le ha puesto a prueba en los fuegos del infierno y lo ha transformado en lo que siempre estuvo destinado a ser. Una criatura más grande que el hombre bajo la máscara. Una leyenda.

The Dark Knight no es un vacío título mercadotécnico. Captura de forma perfecta los temas clave al fondo de este extraordinario relato. Los compromisos necesarios para que el orden siga existiendo y los inocentes no sean masticados y escupidos por la Maldad, están inevitablemente teñidos de corrupción, de encubrimientos, de decepción y mentiras. Es una amarga verdad. No hay lugar aquí para un caballero de brillante armadura. No es esto un cuento de hadas. Esto es la realidad. Lo único a lo que podemos aspirar es a la protección de un hombre falible. Un hombre consumido por los remordimientos y la culpabilidad de sus errores. Un hombre dispuesto a alzarse sobre su propia miseria e ir un paso más allá. Un caballero oscuro.

Mi amigo tenía razón. Amo esta película con toda mi alma.