25 de abril de 2009


A Personal Journey With Martin Scorsese Trough American Movies
Dirigida por Michael Henry Wilson y Martin Scorsese










Especialmente pensado para quienes aman el cine indistintamente como una forma de arte y como un glorioso divertimento, “A Personal Journey...” toca nuestra fibra sensible gracias al compromiso personal de Scorsese con este proyecto, pues en todo momento es evidente el profundo cariño que el director siente por su pasado de consumidor de imágenes. Es precisamente el hecho que Scorsese aborde su tarea de narrador desde la perspectiva de un cinéfilo afortunado y no la de un asumido experto - si bien Scorsese es un historiador de gran calibre y un hombre muy preocupado de la herencia cinematográfica mundial - lo que confiere a este documental una dimensión de profunda y sincera humanidad. Al mismo tiempo, la casi informal charla de Scorsese – sentado frente a un espartano fondo negro, su rostro casi siempre enmarcado en primer plano - alimentará nuestro propio apetito por un buen puñado de películas a revisar, muchas de ellas oscurísimas, por obra y gracia del genuino entusiasmo con que el director las presenta, halaga y defiende. Creado como parte de los actos de celebración del centenario del cine en 1995, “A Personal Journey...” fue producido por el British Film Institute y originalmente estrenado en un pase televisivo del Channel Four británico. Afortunadamente para nosotros el programa está editado en dvd desde hace bastante tiempo por Miramax, si bien en un disco que deja mucho que desear y no hace justicia ninguna a su contenido. Efectivamente, la edición en sí es bastante anémica y técnicamente pobre; sin embargo, el documental en sí mismo es tan rico en calidad que la total ausencia de material extra practicamente no se nota y las deficiencias de presentación visual pasan rapidamente a un segundo plano. Así de absorbente es su narración.

Scorsese va de lo grande y consagrado a lo pequeño y esotérico con igual cariño, respeto y admiración durante los tres episodios en que está dividido este fascinante recorrido por los recovecos más y menos frecuentados del cine norteamericano. Tan pronto el cineasta nos relata anecdotas de su niñez – como aquella con la que abre el primer episodio y en que nos cuenta casi con incomodidad como sucumbió a la tentación de arrancar páginas del único libro sobre historia del cine disponible en la biblioteca pública para atesorar sus imágenes o la ocasión en que su madre le llevó, con cuatro años, a ver Duel In the Sun de King Vidor, una experiencia para el inolvidable (“no entendía de que iba la película, pero la calidad alucinatoria de las imágenes siempre se ha quedado conmigo” nos confiesa) – como se detiene a analizar la figura de David W. Grifitth en el cine mudo o la evolución temática de John Ford, para luego entregarse a diseccionar el Musical y el Western como géneros sin perder en ningún momento el aliento ni la inspiración. Con todo, el punto vertebral que da estructura a todo su discurso es la poliédrica visión que la figura del director de cine puede tener, según la lúcida posición de Scorsese, dentro de la industria norteamericana. Así, el cineasta puede ser una o muchas cosas a la vez: narrador (storyteller, una bella palabra), iconoclasta, contrabandista de ideas y – a menudo - hasta figura esquizofrénica, entre unas cuantas cosas más (¿qué debe hacer un director en Hollywood para poder subsistir?- se pregunta Scorsese en un momento; ¿hacer una para ellos, una para sí?). Los mejores momentos de su discurso están en los frecuentes puntos aparte donde Scorsese se deja llevar por la pasión (tan profunda que nos pone una sonrisa de satisfacción en los labios) y analiza las obras de sus cineastas favoritos. Es todo un lujo poder constatar la percepción analítica de este hombre y lo poderoso de sus argumentos.

Para cada definición de lo que es (o, idealmente, debería ser) un cineasta, se nos presentan variados ejemplos sacados de décadas pasadas (desde el cine mudo hasta principios de los 60', donde Scorsese detiene la narración por que, nos dice, no se siente objetivo hablando de la gente de su propia generación) que ilustran perfectamente cada concepto e idea. A medida que nos adentramos en la visión que Scorsese tiene sobre la industria que le cobija y los creadores que en ella trabajan, más nos asombramos de su lucidez como creador y - me atrevo a decir - como artista y ser humano. No sólo estamos ante un gran documental – entretenidísimo, fascinante en sus detalles y pleno de finas y atinadísimas observaciones - es también uno que va un paso más allá del formato para transformarse, gracias a nuestro brillante maestro de ceremonias, en una verdadera clase magistral de historia del cine, dictada con una elocuente sencillez por uno de los cineastas más influyentes de los últimos 50 años. Para el espectador, toda una gozada que se agradece. Ese es un aspecto, de por sí admirable, de este generoso trabajo (casi cuatro horas de duración) pero “A Personal Journey...” es también en su esencia, y más allá de su innegable calidad de contenidos, una hermosa declaración de amor por parte de Scorsese a un medio que ha definido su vida adulta y por el que nunca ha perdido la fascinación que le produjo siendo niño, algo que nos queda muy claro en algunos momentos confesionales de gran humanidad (a momentos, conmovedores) de su disquisición. Lo más cercano a imaginar la pantalla del cine como un espejo que nos devuelve nuestro propio reflejo de cinéfilos admirados y fascinados, lo más regocijante de acompañar a Scorsese en este viaje personal es que, a pesar de ser un director de cine genial por sí sismo, el hombre es – por sobre cualquier otra cosa - un genuino enamorado del medio como otros tantos miles de cinéfilos alrededor de todo el mundo. La emoción que se desborda desde la pantalla la reconocemos perfectamente en nosotros. Su fascinación por los maestros de la vieja escuela iguala la nuestra (cuando no la supera largamente). Su cariño por el cine desborda nuestras suposiciones y entonces nos embarga la admiración por el Scorsese cineasta, pero más que nada, por el Scorsese ser humano.

De forma tan sincera, cándida y profunda como nosotros mismos podemos sentirnos conmovidos o impactados frente a una película en particular (o un género, un director, un estilo, una estética, etc.) Scorsese nos habla de sus gustos e influencias, de tu a tu, como uno más de la pandilla ajeno a su propio status de leyenda. Sus percepciones y opiniones sobre aquel cine que le definió como ser humano y le formó como creador, informadas y perceptivamente agudas como son, están argumentadas con la falta de pretensiones de quien da su opinión en una mesa trasnochada, rodeado de amigos, y no desde un erudito púlpito. El que a pesar de lo extenso de su metraje, la variedad de tópicos tratados y la abundante cantidad de clips que acompañan la narración el documental se nos haga corto y quedemos con ganas de mucho más, es el mejor halago que se le puede hacer a una empresa que más allá de su calidad como documento intelectual (que es tremenda), se nos revela como una verdadera labor de amor, libre de cualquier posible reproche. La cercanía emocional y la complicidad son palabras clave para entender las bazas que hacen de este estupendo documental un material de visionado obligatorio para todo aquel que diga ser un fan del cine y es, en definitiva, lo que hace de “A Personal Journey...” una obra tan notable e imprescindible.