1 de octubre de 2008



The Strangers
Dirigida por Brian Bertino

The Dead Girl
Dirigida por Karen Moncrieff

Wanted
Dirigida por Timur Bekmambetov

Mirrors
Dirigida por Alexandre Aja



Semana movida en cuanto a visionados. Una ausencia prolongada de las salas me ha obligado a recuperar algo del tiempo perdido y he revisado cuatro películas estos días en rápida sucesión, por lo que haré un poco el vago reseñándolas algo más sucintamente de lo habitual. No son nuevos estrenos, sino películas que llevan algo de tiempo en cartelera.












Un estupendo relato de horror casero, tanto más efectivo por lo económico de su premisa argumental. La película trabaja, a partir de un puñado de elementos muy básicos, una historia casi esquemática en su falta de adornos para terminar haciendo del relato un objeto fibroso y carente de cualquier tipo de lastre innecesario. Sin perder metraje en profundizar la situación emocional de los personajes protagonistas – en este caso, los asediados - o querer dar justificaciones psicológicas o morales a sus torturadores (los extraños del título), el director va directamente por la yugular. Primero jugando la carta del suspense, usando el viejo juego del gato y el ratón para orquestar las mejores secuencias de la película y luego, una vez desatado el infierno, rehusando cualquier tipo de juicio moral o sociológico en su devastadora conclusión. Pues, sí bien se trata de un ejemplo más de la nueva – y a esta altura bastante sobada - tendencia del “Survival Horror” en su variante del “home invasion” - con todo el exceso de sangre y los brotes de violencia inexplicable que le son tan caros para suscitar inquietud - The Strangers es, por sobre todo, un excelente ejercicio de suspenso, en su forma más pura.

Liv Tyler y Scott Speedman interpretan a una pareja de amantes que – experimentando una crisis, producida (asumimos) por el rechazo de ella a su propuesta de matrimonio – deciden abandonar la fiesta en la que se encuentran y vuelven a la pequeña cabaña campestre que les sirve de alojamiento para la ocasión. La situación es incómoda para ambos y el hombre decide dejar la casa, pero antes una chica – cuyo rostro no vemos – aparece de la nada preguntando por alguien que ellos no conocen. A partir de ahí se sucederán una serie de episodios de acoso, cada vez más alarmantes, hasta que la violencia se desata brutalmente con la irrupción de tres enmascarados – dos mujeres y un hombre – cuyos rostros nunca llegamos a ver ni nos enteramos de la causa de sus acciones. Se sucede una noche del más abjecto terror y la pareja se hallará, llegado el nuevo día, rogando por sus vidas.

Como podrán intuir por este resumen, la película es muy simple. Y no se equivocan, pues esa es, ni más ni menos, toda la película. En un párrafo. Sin embargo, la manera en que Bertino enfoca la narración ayuda tanto a distanciar la película unos cuantos grados del subgénero en que se enmarca, así como a elevarla en interés por sobre la abundancia de cintas que han tratado el tema. No digo que sea la mejor de ellas en función de su propuesta, puesto que, dado lo básico de sus escenarios, este tipo de cine es muy limitado en creatividad. Pero si se puede decir que el estilo elegido en esta ocasión – reduciendo la violencia gráfica al mínimo, usándola en momentos muy específicos, y su rigurosa negativa a dimensionar o relativizar el impacto de lo que vemos con explicaciones de cualquier índole – beneficia enormemente al film, una obra que deviene muy disfrutable por su tremenda capacidad de generar atmósfera y suspense con la estupenda puesta en escena (atentos al homenaje al Halloween de Carpenter). Si bien, hacia el final, la historia cae en uno o dos cliches obligados – la pareja que innecesariamente se separa, el asesino que surge de la nada - no evitan que le pongamos peros, esto no implica que perdamos el interés en el relato o nos sintamos ofendidos por querer insultar nuestra inteligencia de forma barata. El nivel de tontería conductual, tan típica del género, está limitado aquí a su mínima expresión y después de todo, no estamos ante una obra maestra, sino meramente disfrutando de un ejercicio fílmico muy logrado.

Bertino se anota unos cuantos puntos por su irreducible fidelidad a la pureza del género, evitando caer en mensajes moralizantes o actitudes de grandilocuencia sociológica. De hecho, su atmósfera nos recuerda mucho a The Texas Chainsaw Massacre, una comparación que no hago a la ligera pues, como en el clásico de Tobe Hooper, es en la carencia de lógica o motivación trascendente de los antagonistas y las imágenes de desolación existencial que cierran la película donde el horror resulta más palpable. Por otra parte, lo parco de su narrativa y puesta en escena podría llamar a lecturas intelectuales en el espectador que, francamente, estarían fuera de lugar en esta ocasión. A diferencia de Michael Haneke y su sobre valorada Funny Games - película insufriblemente pretenciosa en su manía de usar el tema de la violencia cinematográfica como objeto de una metalectura objetadora – Bertino en The Strangers no pretende nada más que crear un film de terror potente y bien construido. Tomando en cuenta esto, la película no necesita un empaque de ladrillo intelectual para movernos a la reflexión y por ello es mucho más rescatable como cine y como potencial objeto de discurso.









Un caso en que las partes no suman un todo cien por cien logrado, aunque el viaje hasta esa constatación es uno muy valido y que no quita demasiado merito a una película por lo demás interesante y bien narrada. El fortuito encuentro del cadáver que da título al film, sirve como punto de partida para fragmentar el viaje hasta el motivo de su violento final en 4 episodios y una coda, muy distintos el uno del otro, casi cortometrajes independientes entre sí, pero unidos por su temática dolida y casi desesperanzadora. Cada uno de ellos trata un aspecto diferente del caso y nos ayuda a hacernos una idea del cuadro general de las circunstancias de la joven y de su muerte.

Primero conocemos a la mujer que encuentra el cadáver (Toni Collette) y como la atención que la situación arroja sobre ella le ayuda a sobreponerse primero, y luego a desprenderse del todo, de la relación de enfermiza sumisión a su madre (Piper Laurie, canalizando su retrato de madre posesiva en Carrie). Luego, el punto de vista cambia significativamente para pasar a la familia de una niña desaparecida, cuya hija mayor es la forense que realiza la autopsia al cuerpo encontrado y basándose en ciertas detalles de su físico, sospecha que el cadáver es el de su desaparecida hermana. Vemos como esta esperanza pone de manifiesto el inagotable dolor de su madre, un dolor que se nutre de la misma fe en que volverá a ver a su hija y cómo esta actitud termina contaminando de amargura a quienes la rodean. Harta de vivir a la sombra de una presencia ausente, la chica decide de una vez por todas a renunciar a esa carga emocional y distanciarse de un círculo vicioso de esperanza y desengaño que ha coartado su vida hasta ese momento. Llegado a este punto está más que claro que la película no dará respiros emocionales al espectador, pues cada episodio se nos hace más doloroso y decididamente angustiante que el anterior. Sobre todo, luego de experimentar las dos siguientes viñetas que, lejos, son las más conseguidas del film.

En estos episodios nos enteramos que hay un asesino en serie actuando libremente por la zona y como su esposa, a pesar de sus confirmadas sospechas, prefiere quemar las evidencias inculpadoras – en una escena terrible y muy conseguida en sus implicancias psicológicas - antes de enfrentarse a la realidad de estar unida a un monstruo y sospechamos que, debido a su carácter y motivaciones, también al terror que le produciría quedarse sola. Por sus implicaciones, este es el más perturbador de los fragmentos que componen la película. Seguidamente somos testigos de como la madre de la víctima (la siempre excelente Marcia Gay Harden) - a la que habíamos visto brevemente en el segundo episodio - vuelve sobre los escenarios donde vivió su hija los últimos días de su vida. Conoce a la prostituta que compartía habitación con su hija (y que también era su amante) quien le revela, en el único rayo de esperanza de todo el film, que tiene una nieta. Resignada a la idea de no volver a ver nunca más a su hija, la mujer se lleva a su nieta consigo de vuelta a casa, en la esperanza de no cometer de nuevo los terribles errores del pasado. Finalmente, en la coda que cierra la historia, presenciamos el último día de vida de la joven prostituta (Britanny Murphy, bastante más conseguida de lo habitual).

Como decía, los fragmentos no hacen un todo completamente satisfactorio. Cada episodio es rescatable, está bien narrado y mejor actuado, pero existe una cierta desconexión entre ellos que no permite darle al relato el empaque emocional definitivo que otras películas similares (Crash, por ejemplo) si han logrado crear. La película empieza y termina en la desesperanza, en una suerte de amarga constatación sobre la inevitabilidad de las cosas, por lo que el viaje emocional del espectador (y su compromiso) no reciben recompensas en la forma de una resolución que nos informe de alguna certeza existencial, por terrible que esta pueda ser. Y si bien ésta haya podido ser la intención final de la directora, en este caso, es mi opinión, hubiese sido una opción más acertada cerrar la película con una postura más definida que el oscuro y depresivo eco de una muerte que ya sabemos inevitable.

Aunque, la verdad sea dicha, esto es un defecto menor de su narrativa, puesto que la película sigue siendo, a pesar de esto, un relato emocionalmente poderoso y descolocante. Moncrieff demuestra buen tino directivo haciendo de cada viñeta un ejemplo de economía narrativa y sacando unas interpretaciones de gran calidad a su reparto, casi exclusivamente compuesto por mujeres. Las presencias masculinas (entre ellas, Josh Brolin y James Franco) ocupan un lugar secundario y la voz del relato es decididamente femenina (que no feminista, valga la diferenciación). No es una película para ver en cualquier momento, pues requiere de una cierto estado emocional para poder comulgar con su oscura visión de las relaciones humanas y la despiadada irracionalidad existencial que desprenden sus imágenes. Aun así, una propuesta efectiva, asfixiantemente dolorosa, pero a la larga también conmovedora.











No pretendo engañar a nadie. Esta película es ridícula. Pero tan ridícula que termina siendo buena. Y la verdad es que, sencillamente, así es. Como reza la frase, el mejor rato que me he pasado en una sala de cine en mucho tiempo. Simplemente disfrutando de un espectáculo de acción completamente desmesurado y con un guión con más hoyos que los pobres tipos a los que el protagonista acribilla durante su metraje. Y lo mejor es que está filmada con un atractivo e impecable sentido de lo visual, en completa concordancia con su tono. Está inspirada – y digo inspirada por que los cambios con respecto a su original son importantes – en el comic del mismo título, obra de Mark Millar y J.G. Jones, siendo la primera parte de la película mucho más fiel a la serie original que su segunda parte donde, prácticamente, todo ha sido revisado o cambiado. Por tanto, la película es más una variación sobre las ideas expuestas en el comic – que tendían a la deconstrucción posmodernista de los típicos mitos superheroicos, poniéndolos de cabeza - que una adaptación fiel.

El resultado - una suerte de cruce impío entre una cinta de superhéroes (donde los héroes son asesinos) y una cinta de espionaje a lo Jason Bourne, mezclado con unos cuantos toques visuales inspirados en lo mejor de Guy Ritchie - es una película regocijantemente entretenida y visualmente muy lograda, que apela a la noble intención de distraer sin que sea del todo necesario tener que dejar el cerebro en la taquilla. Su argumento es puro comic: un oficinista anónimo, perdedor y sin futuro resulta ser el hijo de un renombrado asesino, ejecutado recientemente (y de forma tan innovadora como espectacular) por sus enemigos. Como pertenecía a una cofradía de asesinos que matan exclusivamente por el bien de la Humanidad (siguiendo el mantra de “mata a uno y posiblemente salvaras a miles”), estos invitan al hijo – que supuestamente ha heredado las cualidades sobrehumanas de su padre para la acción y el uso de las armas – a unírseles con el fin de poder entrenarle y posteriormente vengar la muerte de su progenitor. Por cierto que las cosas no resultan ser tan simples. Tras las obligadas secuencias de entrenamiento, las intenciones de la cofradía – más bien, las de su líder – terminan siendo otras y nuestro héroe tendrá que enfrentarse a su destino, poniéndose en curso de colisión con sus antiguos aliados.

Por supuesto, en una película de estas características, no hemos venido a pensar profundamente sobre lo que vemos, pero tener nuestro sentido de la ironía a mano será recomendable porque la historia abunda en momentos que, en circunstancias normales, nos harían apretar los dientes por lo rebuscado, pero aquí se tornan en retorcidas sonrisas de oreja a oreja debido a sus deliciosas cuotas de malsano humor. En un momento de orgiástica liberación el protagonista renuncia a su trabajo y, luego de insultar abundantemente a su desagradable jefa, estrella un teclado de computador en la cara de su supuesto mejor amigo (que, en realidad, se está acostando con su novia) mientras las piezas del teclado y un diente suelto forman un fuck you en el aire (todo en exquisito ralentí); en ese mismo momento, la imagen hace un freeze y el espectador absorbe toda la sensación de frustración liberada del hasta entonces apocado personaje gracias a un trabajo de puesta en escena extrañamente refrescante. Es en ese mismo momento cuando la película termina de ganarse al espectador distraído, mientras llama poderosamente la atención del que no lo estaba. Ya la secuencia de apertura - con su sangrienta emboscada en lo alto de un rascacielos, un asesino experto saltando de un edificio a otro salvando un vació imposible y un francotirador dispuesto, al parecer desde el otro lado del planeta, a disparar a su objetivo (y tengan por seguro que no falla) – nos advierte muy claramente que la apuesta es por la espectacularidad visual, la exageración y el juego malicioso.

Toda la película está construida en función de momentos similares. Espectacularidad visual e hiperrealismo se dan la mano en esta película, sin dar tregua a la lógica. Bekmambetov no defrauda tras su potente presentación y la siguiente hora y media de metraje es una sucesión de actos imposibles y narración cafeínica, en la que el ritmo narrativo apenas tiene tiempo de decaer antes de pasar al siguiente exceso visual. Tal vez Wanted no vaya a ser nunca considerada cine con mayúsculas, pero que importa si el ejercicio lúdico que nos presenta es tan condenadamente entretenido y logrado. A recalcar que el comprometido trabajo actoral es lo que, benditamente, evita que la liviandad de la historia – a ratos patentemente absurda – no termine descarrilando el tren de la entretención en el campo más que fértil de la total ridiculez, con los característicamente serios Morgan Freeman y James McAvoy haciendo todo lo posible por vendernos su postura de tipos rudos frente a una Angelina Jolie mucho más fogueada en esos menesteres. La formula actoral es efectiva casi siempre e inclusive cuando tiende a tambalearse siempre está la acción - que, por fortuna, no teme caer en la ultra violencia y la abundancia de sesos desparramados - y el ritmo trepidante que el director imprime a la cinta para distraernos del traspié.

No puedo hacer nada para convencerles de que Wanted es en realidad una película excelente porque la verdad es que tiene demasiados ripios como para calificarla de esa manera. Lo que sí puedo hacer es recomendarles Wanted por lo que evidentemente sí es: una cinta de acción escapista tremendamente entretenida y facturada con convicción tan efectiva como juguetona. Los clichés suelen guardar pequeñas verdades. Repito, el mejor rato que me he pasado en una sala de cine, en mucho tiempo.







La única gran decepción de esta selección de títulos es la nueva película de Alexandre Aja. Y es lamentable por que este tipo tiene lo que hace falta para ser un autor de género verdaderamente excepcional. El material no acompaña a Aja en esta ocasión, dado que todo en esta cinta parece repetido y gastado. Una muestra más de que Hollywood debería poner en moratoria su inexplicable afición a realizar remakes de cintas de terror asiática (si bien Aja insiste que su película no lo es, su historia guarda similitudes con la película surcoreana Into The Mirror). Ni siquiera el aspecto visual del director tiene oportunidad de destacarse. Si en Haute Tensión y The Hills Have Eyes mucha de la efectividad final de sus relatos pasaba por la potente calidad de sus imágenes, en Mirrors esa cualidad está tan diluida que no favorece en nada ni a la película ni al director. Ni siquiera Kiefer Sutherland está cómodo en esta cansina historia de fantasmas o demonios o lo que sea, pues para colmo esta mal concebida, peormente desarrollada y termina siendo confusa.

Sutherland interpreta a un policía suspendido de sus funciones luego de una crisis personal, suscitada por matar a un hombre en acto de servicio. Como de algún modo debe sostener a su familia y a sí mismo, acepta un empleo de guardia nocturno en un edificio comercial que, aunque consumido por las llamas hace años, no se ha demolido debido a líos legales. Por supuesto, cosas raras suceden de noche y – como todo relato de terror que se precie – contra todo buen juicio, el protagonista decide investigar. Pronto los sucesos extraños no se restringen al edificio, sino que afectan (viajando por la ciudad, en uno de los aspectos menos convincentes de la historia) a sus más cercanos, primero matan a su hermana (Amy Smart, absolutamente desperdiciada) y luego comienzan a afectar a su familia. Y lo que sucede es que antes de ser un bloque de tiendas comerciales, el edificio había sido un hospital psiquiátrico que, como todo hospital psiquiátrico que se precie, tiene una o dos historias horribles en su pasado.

La resolución del misterio y las muertes que se suceden, es asunto tan alambicado que casi parece una parodia y Aja comete el imperdonable error de mostrar los flashback que explican el pasado del hospital y el rol clave de una de las pacientes – que ahora es una monja en reclusión – en un exagerado estilo MTV que termina de quitar cualquier posible interés a una historia de por sí absurda y muy mal planteada. Aunque a esa altura del relato, francamente, ya había tirado la toalla. Del todo. Una terrible decepción y espero que sólo un paso en falso para Aja que, de momento, se queda con el beneficio de mi duda.