3 de agosto de 2008


Session 9

Dirigida por Brad Anderson






Desde que tuve la idea de crear esta sección para el blog, mi intención fue abarcar un abanico de géneros y épocas lo más amplio posible, poniéndo siempre hincapíe en la idea de resaltar filmes que puedan pasar bajo el radar de lo que normalmente estamos acostumbrados absorber de la cartelera de los cines comerciales. Este parámetro de revisión no sólo me ha permitido volver estos últimos días sobre alguno títulos de mi videoteca que en su momento me impresionaron por su calidad, también he encontrado un gran placer en descubrir filmes semi olvidados de gran interés y me he impuesto seguir con más regularidad esta política de visionado. Es por esta razón que les presento aquí una nueva entrega de Cine a Recuperar, la 3º esta semana.

La carrera de Brad Anderson, uno de los talentos más interesantes del actual panorama cinematográfico, previa a Session 9 consistía en inteligentes comedias independientes y nada en su curriculum hacía prever el giro temático que tomarían sus obras a partir de este film. De su primera etapa, su película más conocida es Next Stop, Wonderland un delicioso estudio de personajes en base a una comedia de desencuentros entre dos almas solitarias en busca de romance. Estaba protagonizada por Hope Davies (vista recientemente en The Hoax e Infamous) y contaba con un breve, pero hilarante rol de Philip Seymour Hoffman. La película contenía muy buenas interpretaciones, una historia muy agradable de seguir, narrada con buen pulso, e hizo del film uno de los proyectos mejor recibidos del Festival de Sundance de 1998. Recomiendo mucho esta película a aquellos que disfrutan con las comedias inteligentes, narradas en tono menor, donde los personajes y sus vicisitudes tienen todo el peso de la narración.

Siempre moviéndose en los círculos de producción independiente, Anderson acometió la realización de su 4º film pasando de la amabilidad de sus comedias a un registro mucho más oscuro y psicológico, ejercicio de estilo que repitiría para su siguiente film. Así, Session 9 forma un díptico temático con The Machinist en la exploración de psicologías dañadas y los intrincados recovecos que la locura humana puede transitar. Ambos son filmes en extremo inquietantes que están entre los mejores ejemplos de lo que el thriller psicológico ha entregado en los últimos años. Session 9 fue producida por USA Films y filmada en video digital en el 2001.

Debo hacer un punto aparte aquí para comentar mi desagrado con el uso y abuso del video digital en estos tiempos. Soy un hombre de vieja escuela. No hay nada para mí que pueda reemplazar la belleza del proceso fotoquímico y la calidad de las imágenes que un stock fotográfico bien manipulado puede entregar. Concedo que el medio fotográfico tradicional es un proceso caro y laborioso y que la gran economía de medios que los formatos digitales aportan, permiten una gran flexibilidad en el proceso de rodaje y en la posterior manipulación del material a la hora del montaje. Esto es una realidad. Sin embargo, la calidad intrínsica de la imagen digital es considerablemente menos conseguida que la de una imagen obtenida por los medios tradicionales. A día de hoy, aún no es posible para una cámara digital conseguir la calidad de una imagen fotoquímica.

Esta razón me hace sentir un instintivo rechazo al aspecto visual de los films producidos con estos medios. Es, sin duda, uno de los motivos que me llevan a negar estas nuevas tecnologías mi firme convicción de que una película de exhibición cinematográfica debería tener la textura de grano de los fotogramas que la componen. No la de una imagen de video. Si algún día se produce una tecnología que simule perfectamente la estructura de grano y la textura de una imagen fotográfica, más allá de cualquier duda, seré el primero en celebrar la ocasión. De momento, queda registrado mi desaprobación del formato.

Valga la perorata para poner un poco de contexto a mi apreciación del aspecto visual de este film, pues constituye, hasta donde llega mi conocimiento, el mejor ejemplo del correcto uso del video digital. El feísmo de las imágenes aumenta considerablemente el impacto de la narración con una estética muy cuidada, donde el uso de luces y sombras es realmente eficaz en su capacidad para crear imágenes de gran impacto. La precisa composición del cuadro, en un aspect ratio 2.35:1 (inusual para una producción filmada en video), otorga a la película un plus visual, especialmente en las tomas aereas, que se perdería bajo otras circunstancias. No cabe duda que Anderson posee un gran sentido de la composición y es esta cualidad lo que salva al estilo visual del film del abismo de las producciones digitales.

Session 9 es, en una primera mirada, una cinta de fantasmas enmarcada en los clichés de las historias de casas encantadas. Anderson y su guionista Stephen Gevedon, que también actúa en el film, trabajan la historia según estos preceptos, pero en ningún caso pretenden que los coarte a la hora de desarollar el guión. El set up es desarmantemente sencillo: un grupo de trabajo de 5 hombres, liderado por Gordon (Peter Mullan, excelente en su papel) y Phil (el televisivo David Caruso, de CSI) ganan un contrato para liberar de asbesto y otros materiales tóxicos a un decrépito hospital mental, en el autoimpuesto tiempo record de una semana. Si lo logran, ganarán un importante bono además de sus respectivos honorarios. El resto del equipo está constituido por Hank (Josh Lucas, a quien vimos en Hulk), un vividor que es objeto de desprecio de Phil por haberle robado a su mujer; Mike (Gevedon) un estudiante de leyes que abandonó la carrera y Jeff, el joven sobrino de Gordon y nuevo en el grupo.

El sexto personaje del film es el mismo hospital psiquiátrico Danvers, un auténtico hospital mental abandonado que los productores lograron conseguir para la filmación. Probablemente desde la mítica aparición del hotel Overlook en The Shining que una locación preexistente no había contribuido tanto a la atmósfera de un film. El hospital mental Danvers es básicamente un purgatorio de dimensiones ciclópeas y el hecho de ser un local real, la convierte en una de las casas embrujadas más logradas del cine contemporáneo. Nada más recorrer sus pasillos vacíos y perderse en las tenebrosas salas de tratamiento basta para poner los pelos de punta al más aventurero.

Aunque el primer día de trabajo es satisfactorio, la dinámica al interior del grupo deja muy claro que estamos ante una familia de lo más disfuncional. Gordon es padre desde hace pocos meses y la carga de cuidar de su bebe junto a su esposa, se ha cobrado una factura de cansancio y stress. Phil y Hank están constamente agrediéndose verbalmente, con Mike y Jeff como arbitros improvisados. La constante presión de terminar en la fecha prometida y el incierto futuro de la pequeña empresa, de la que todos dependen económicamente, afecta al grupo con igual intensidad. En este ambiente de alta tensión, la atmósfera tétrica del hospital comienza a jugar malas pasadas a los personajes.

Como es de esperar, no pasa mucho tiempo para que cosas decididamente extrañas comiencen a suceder. Voces incorpóreas que llaman a Gordon desde la oscuridad, un rastro de monedas que llevan a Hank a un macabro tesoro escondido y sobre todo el descubrimiento, por parte de Mike, de las sesiones terapéuticas grabadas en cinta magnética de un misterioso paciente #444 (un descubrimiento que Anderson presenta en un acertado montaje paralelo para indicarnos que es algo que involucrara a todos los personajes). Se trata de nueve sesiones que vamos escuchando progresivamente a medida que avanza la narración y que nos muestran el cuadro fracturado de una psicología enferma hasta la médula. Es a partir de este incidente que las cosas toman un cariz definitivamente paranormal, si bien el guión juega con la ambiguedad para hacer del relato un hacha de dos filos que puede interpretarse perfectamente desde perspectivas preternaturales como puramente psicológicas. En todo momento, el film descoloca al espectador en este sentido, quedando a su juicio tomar una de estas posturas.

¿Es la enrarecida atmósfera del hospital lo que influencia la desintegración del grupo? ¿Están las cintas, de algún modo, poseídas por el espíritu de esta alma enferma? ¿O es la locura que contagia a un personaje en particular, algo que siempre estuvo ahí, esperando el momento adecuado para desatar su tormenta?

Brad Anderson crea un horripilante cuento de fantasmas que no se basa tanto en la violencia de los actos que se cometen, sino en las inocuas razones que los originan, para crear una sensación de profunda inquietud. Es la terrible constatación de lo frágil de nuestras psiques y la desazonante facilidad con que nuestra cordura puede dar paso, bajos las condiciones apropiadas, a la más aullante locura lo que dota a Session 9 de su perdurable fuerza como relato de terror psicológico. Ahondar más en los resortes de esta afinada maquinaria de pesadilla, sería hacerle un flaco favor a un film que es necesario experimentar de la forma más pura posible, sin previos conocimientos.

Queda aquí mi más encarecida recomendación para uno de los films de terror más conseguidos de los últimos tiempos. Absolutamente imprescindible.