29 de agosto de 2008



Dark City: Director´s Cut

Dirigida por Alex Proyas




Uno de los grandes atractivos de construir una videoteca con tus películas favoritas, además del obvio placer de volver a ellas una y otra vez, es la posibilidad de revisar distintas versiones de un mismo título. Cada vez que veo el logo director`s cut en la portada de un dvd, mi interés inmediatamente sube un par de grados. Si bien, conviene hacer una distinción entre director´s cut y extended cut. La moda actual de lanzar versiones extendidas en formatos domésticos pocas veces tiene que ver con los deseos del director por entregarnos una versión mejorada de su película, sino, más bien, acusa el ansia de los estudios por venderte el mismo producto dos veces. El director´s cut, por otro lado, suele ser un genuino esfuerzo por parte de un cineasta – o por personas responsables y eruditas, en caso de que el creador ya no este vivo para supervisar el proceso - por retocar una obra comprometida en su momento por intereses ajenos a su integridad como pieza narrativa o incluso, como arte. No es posible asegurar en un 100% , no obstante, hasta que punto los director´s cut que cada vez con más frecuencia salen al mercado, nacen de implicaciones altruistas o de integridad artística – dos términos casi en abierta contradicción con el vocabulario comercial de los grandes estudios – pero si hay valiosas ocasiones en que la inversión está plenamente justificada.

Sobre todo cuando se trata de un título importante o famoso por lo infortunado de su montaje final, claramente en contradicción con los deseos de su director. Muy buenos ejemplos de esta tendencia son los director´s cut de títulos como The Wild Bunch, Kingdom of Heaven o Payback. En estos casos, la revisión del montaje mejoraba la percepción del film, haciéndolo temáticamente más completo y reafirmando su condición de clásico (Wild Bunch) o resultaba tan drástico que modificaba por completo la experiencia de verla, casi haciendo de ella una película completamente nueva (Payback).

En este sentido, la nueva versión de Kingdom of Heaven (disponible en dvd y bluray) es sintomática de lo que las intromisiones burocráticas y las oh-tan-sagradas perspectivas de mercado, pueden hacer para dañar a una producción. La truncada versión estrenada en cines fue el resultado de la insistencia de Fox de acortar la duración del film, con el propósito de poder exhibirlo más veces al día. La película fue un moderado éxito de taquilla internacional (por debajo de las expectativas de Fox, en todo caso), pero arruinaba por completo el aliento épico de su narración y destruía absolutamente el cuidado trabajo de caracterización de sus variados personajes. La burda manipulación del estudio también fue el detonante de fuertes críticas a Ridley Scott por su aparente falta de forma y lo equivocado de su propuesta en términos de estructura. Cuando el director´s cut finalmente tuvo oportunidad de ser apreciado – para la eterna vergüenza de Fox, en un estreno sin publicidad, limitado a una sola sala - todas las voces críticas se silenciaron. El reconstituido montaje original de Kingdom of Heaven, reivindica por completo al director. Es un espectáculo visual que quita el aliento y una apuesta narrativa que tiene ahora el tiempo necesario para respirar y envolver al espectador. Tal vez no sea la mejor película de Scott, pero su calidad como cine se nos hace indiscutible.

Sin embargo, casos como el de Scott (o incluso el de Michael Cimino y su incomprendida, vilipendiada, pero no por ello menos hermosa Heaven´s Gate), son la excepción a la regla. La mayor parte del tiempo, el asunto no pasa de ser un crudo intento mercadotécnico de hacernos pisar el consabido palito (sí, Sony Pictures, te estoy mirando) o, en el mejor de los casos, una oportunidad que el cineasta toma para reelaborar sobre una obra pasada, sin estar necesariamente disconforme con el film original. El experimento de William Friedkin con The Exorcist o el de James Cameron con The Abyss o Terminator 2 son muestras de esta tendencia. Por eso cuando te encuentras ante un auténtico intento de corregir un error, la ocasión es digna de celebración. Lo que nos lleva a la nueva versión de Dark City, editada recientemente.

Portada de la nueva edición


Dark City es uno de los titulos Sci Fi más importantes de los años `90. También es uno de los más subestimados e incomprendidos. Partiendo por la actitud de New Line - el estudio que la produjo - y hasta las reacciones del comité de clasificación que la revisó previa a su estreno, la película fue una nuez dura de abrir para quienes se empeñaban en categorizarla según absolutos. La anécdota que cuenta David S. Goyer (coguionista de este film y de otros clásicos modernos como Blade y la nueva saga de Batman) en los extras del dvd, es reveladora de la falta de lógica con que son tratadas las piezas de cine que escapan a los cómodos parámetros de los estudios. Goyer, con una risa apenas contenida, nos cuenta que el comité elevó la calificación del film – condenándola a un público más limitado - no por su contenido de violencia y sangre (que, por lo demás, es bastante escaso en comparación con las orgías de tiroteos y destrucción presentes en otros films de aquel momento) sino por ser “rara”. El censor no atinaba a identificar que le molestaba de la película, pero estaba seguro que por el hecho de ser rara, algo malo tenía que tener. Cuando New Line impuso su erróneo juicio de que Proyas necesitaba clarificar su narrativa para hacerla más comprensible de cara al público y ordenó que se retocara el montaje, no hizo más que terminar de perjudicar al film.

No podían estar más equivocados en su enfoque. Y si bien las manipulaciones no fueron tan severas como para causar un daño terminal a la película, si lesionaron su coherencia interna. A tal punto, que la cinta fue recibida con frialdad por la crítica – el prestigioso y mediático Roger Eberts fue la única voz seria que salió en su defensa – y tras una mediocre vida comercial, fue rápidamente olvidada por el público. Por fortuna, y como se ha visto en otros casos similares, Dark City es una obra lo suficientemente poderosa para salir casi ilesa del fregado. Pero en vez de convertirse en un clásico instantáneo, tuvo que transcurrir varios años de pases caseros y un constante flujo de recomendaciones boca a boca, para que la película fuera rescatada del olvido. Aunque por años la versión para cines ha sido la única disponible en formato doméstico, Dark City ha amasado con el tiempo un leal y sólido bloque de rabiosos fans (yo mismo incluido) que no dejan de maravillarse ante su brillante mezcla de géneros, amen de esperar ansiosos el día que la mítica versión del director saliera a la luz.

Una curiosa observación y punto aparte, nace de echar la mirada atrás. Dark City se estrenó en 1998, un año antes que Matrix, el mega éxito de los hermanos Wachowsky, redifiniera el paisaje de la Sci Fi cinematográfica. La sobrevalorada trilogía de Matrix guarda, no obstante, asombrosas similitudes con Dark City, si nos detenemos a analizar sus tramas. Ambas nos presentan una sociedad secretamente controlada por fuerzas externas que deciden por ella su destino y cuyo orden es desbalanceado por la presencia de un elegido que liberara a los suyos de tal control. Como Neo en Matrix, el John Murdoch de Dark City posee poderes que escapan al entendimiento de sus semejantes y a través de ellos, se enfrentará victoriosamente a sus opresores. Hasta la idea de utilizar los cadáveres de la sociedad humana en favor del colectivo está presente. En Matrix, los muertos se usan como alimento para los cuerpos de los vivos, esclavizados por las máquinas pensantes. Aquí los cadáveres sirven de vehículos para los seres oscuros que controlan la ciudad ¿Meras coincidencias? ¿Implícita copia? ¿O algo más trascendente flotaba en el aire en esos años? Tema para un estudio más sesudo. Lo cierto es que Dark City logra en poco más de 100 minutos presentar esta narrativa de forma contundente y ejemplar, a diferencia de la trilogía de los Wachowsky, cuya interesantísima primera parte es lastrada por dos secuelas exponencialmente derivativas y auto indulgentes.








La dirección de arte y la puesta escena,

dos puntos fuertes de este magnífico film


Para alegría de su legión de admiradores, Dark City: Director´s Cut repara los daños hechos en su momento, presentándonos un film de restituida coherencia y cuyo poder de fascinación no ha disminuido con los años. Los cambios en el montaje en esta nueva versión son sutiles y caen en el campo de las pequeñas extensiones de escenas preexistentes, la inclusión o eliminación de líneas de diálogo o la modificación de algunos elementos de cgi en determinados planos (las “oleadas” de poder mental están retocadas para hacerlas más sutiles, la confrontación final está embellecida para agregar espectacularidad). También se han incorporado dos subplots que si bien son interesantes, también son fugaces – las huellas digitales de Murdock como representación física de su condición de mutante, de ser evolucionado – o simplemente tangenciales (la prostituta que salva a Murdock de la policía es ahora madre de una niña). En todo caso, la reconstitución al montaje final de estos breves agregados no desvirtúa en absoluto la fluidez del relato.

Las alteraciones más significativas del Director`s Cut las encontramos en el primer acto del film. El torpe intento explicativo que abría originalmente la película y que destruía mucho de su misterio (un voice over de Kiefer Sutherland como el Dr. Shreber), ha desaparecido de los títulos de crédito. Una obvia imposición del estudio para, supuestamente, hacer más comprensible el relato al espectador, este voice over se nos revela completamente superfluo gracias al nuevo montaje (el monólogo ha vuelto a su lugar original dentro del film). Eliminado este elemento, las secuencias iniciales fluyen con mayor naturalidad y el film se mueve, por fin, en completa afinidad con uno de sus influencias más decisivas: el Film Noir.

Dark City funciona perfectamente como la versión Sci Fi de un film Noir de los años `40 y `50, es esta una de sus características más evidentes. Como tal, es un relato que presenta las vicisitudes de los personajes de forma oblicua y apelando al recurso del misterio para engancharnos en la búsqueda de su verdad última. Es la resolución del misterio lo que mueve los mecanismos narrativos de esta película, así como la búsqueda de la identidad es el motor que mueve a John Murdock por la eterna noche de esta ciudad sin nombre, sin tiempo. Acorde con esto, Proyas busca desde el primer momento la complicidad de la platea. Murdoch y el espectador se mueven juntos por esta extraña, interminable noche y la progresiva comprensión de los hechos para el protagonista es la revelación de los detalles del misterio para nosotros. Nótese que hay una reestructuración del material que potencia inmensamente este renovado enfoque. Las secuencias que mostraban a la ciudad cayendo dormida y la posterior metamorfosis urbana (llamada “tuning” en la película), ubicadas a continuación de la escena en que Murdock despierta en la habitación de hotel, están ahora fuera del primer acto – por lo que la atmósfera de extrañeza se alarga, aprovechada con mucha eficacia – y puesta de vuelta a su lugar original, el segundo acto.

El hombre amnésico, sumergido en un mundo que le es extraño, aparente culpable de una serie de crimenes que no recuerda haber cometido, es una situación prototípica del Film Noir y de los relatos literarios pulp de los que se nutría. La dinámica de perseguido que busca la verdad y perseguidores determinados a ocultar esa misma verdad a cualquier costo, es también una que hemos visto miles de veces, pero la película la hace nueva debido a las particularidades de su enfoque Sci Fi. Murdoch deambula por la ciudad en busca de sí mismo, mientras Los Extraños (fúnebres hombres pálidos de largos abrigos) conspiran para destruirle. El nexo que los une es el gran misterio del film y profundizar en los pormenores del relato es hacer un flaco favor a quien aun no haya experimentado Dark City. La película sigue al pie de la letra los esquemas del Noir, consiguiendo en todo momento mantener la atención de la platea con cada nuevo giro argumental. A medida que la historia toma forma, las implicancias de su resolución se hacen cada vez más y más impredecibles. La atmósfera de desasosiego es permanente y Proyas puntea el suspenso con algunos momentos de shock realmente conseguidos (como el primer enfrentamiento entre Murdoch y los Extraños o el suicidio del atormentado detective, que viendo finalmente la verdad de las cosas, prefiere la muerte a enfrentar la realidad)

Se complementa esto con la recargada puesta en escena, plagada de composiciones opresivas y la aparición de los personajes periféricos (la esposa infiel, el nuevo detective asignado a resolver los crímenes, el intrigante médico de turbio pasado, los misteriosos hombres pálidos que persiguen a Murdock) que refuerzan la impresión de un relato detectivesco de antaño. El guión es una representación casi abstracta de los tópicos del género y es quizás por eso que Dark City es una película comúnmente considerada fría y distante. Es posible. Definitivamente, sus personajes son más bien avatares que representan ideas o conceptos antes que seres humanos plenamente desarrollados (los Extraños, por sus intrínsecas características, están libres de esta falencia, pero igualmente son conseguidos arquetipos antes que personajes). Sabemos lo preciso para que la narrativa siga en movimiento. Proyas no se detiene en detalles superfluos que distraigan al espectador y lo lleven por la tangente. Dark City es, ante todo, un film cerebral antes que emocional.


Los Extraños, alquimistas de los sueños ajenos


Como en su anterior película – la adaptación de la historieta independiente de James O`Barr, The Crow – el relato se nos redondea en sus aspectos visuales antes que en los dramáticos. Allí donde The Crow era directamente la adaptación de un comic, Dark City se puede ver como la puesta en imágenes de una novela gráfica nunca publicada. La deuda con los códigos del Noveno Arte no es un punto que se pueda obviar con esta película, pues están plenamente asumidos (la batalla final bien podría ser un final alternativo del famoso Akira de Otomo, una referencia que Proyas admite abiertamente). La sensibilidad de Dark City está saturada por la estética de The Crow, con toda su artificiosidad escénica y sublimación temporal. Ambas transcurren en tiempos indeterminados, donde épocas, modas y estilos arquitectónicos divergentes conviven sin roces. Los arquetipos que pueblan las páginas de los comics se mueven con soltura por los recovecos de esta ciudad eternamente oscura. Es sorprendente la facilidad con que los códigos del Noir se fusionan a los del comic para darnos este híbrido fílmico y la exquisitez de las imágenes, enmarcadas en unas composiciones de plano realmente excelentes, es la pieza clave que termina por caracterizar a este inteligente film como un pastiche de múltiples referencias estéticas.

Por supuesto, dada la tenebrosa configuración de sus imágenes y lo alambicado de sus paisajes urbanos, la referencia obligada es el primigenio Expresionismo Alemán, aunque el neo gótico impuesto por Tim Burton a partir de Batman, directamente inspirado por la estética de este movimiento artístico, se hace sentir también. El pictórico claro-oscuro de las imágenes (con alusiones directas al pintor Edward Hooper y su cuadro “Nighthawks”) se mezcla magistralmente con el uso sutilmente simbólico de los continuos espacios cerrados, cargados éstos de las connotaciones sicológicas tan caras al movimiento germano (sin mencionar la inmediata correlación mental que producen los hombres pálidos con el Nosferatu de Marnau o los siniestros ciudadanos de M). Como en “El gabinete del Dr. Caligari” o “Metrópolis”, la arquitectura en Dark City juega un papel asombrosamente importante. Resulta difícil desasociar las implicancias sicológicas que Proyas derrama sobre determinadas imágenes del periplo mental que Murdock recorre en su camino a la revelación de su identidad. La cambiante fisonomía de la ciudad es la visualización de los propios mecanismos mentales del protagonista, de su vertiginosa confusión, de sus mutables emociones.

La constante referencia a Shell Beach, como detonante de recuerdos y emociones, es un leit motiv al que la película vuelve constantemente y convierte a este mítico espacio físico en una suerte de cáliz sagrado, siempre un paso más allá de su concreción física. El plano del cartel publicitario que vemos sobre el final, aquel que oculta la verdadera naturaleza de la ciudad y su arquitectura, se nos presenta, entonces, como una destilación visual de todo el film y, por ello, deviene una imagen cargada de significancia. Así mismo, el mundo subterráneo de los hombres pálidos, con su gargantuesco mecanismo de relojería que controla la ciudad, inevitablemente nos trae a la memoria la máquina que da vida a la futurista ciudad de Metrópolis y toda sus implicancias (la sumisión del hombre ante la máquina, la urbe que aplasta al individuo y la libertad). Por otra parte, ese breve plano detalle de su huella digital – un laberinto tallado en su propia piel – tan cargado de connotaciones simbólicas ¿No es acaso la muestra definitiva de la coherencia interna del film? Son pequeñas adiciones como esa, las que hacen toda la diferencia a la hora de apreciar a Dark City como una obra contundente, más allá de su calidad como crisol de referencias estéticas. Proyas hace uso del amplio abanico de influencias con extrema confianza y sin ningún disimulo, pero la película no sería más que un vacuo ejercicio esteticista si no fuera por la disciplina que muestra el director en el uso de ellas.

Cierto, en ocasiones, Proyas carga un poco las tintas y cae en metáforas un tanto cliché – el plano de la rata en el laberinto, por ejemplo – pero, en su mayor parte, su tratamiento visual es de gran inteligencia, sugiriendo antes que apuntando. Con todo, todas estas características refuerzan aun más la rarificada atmósfera que se respira a lo largo de un relato que, a la larga, resulta fuertemente onírico en su puesta en escena. Por esto, los múltiples elementos que componen Dark City - el enrevesado estilismo del Noir, los maniqueísmos del guión, típicos del mundo del comic que lo inspiran, las múltiples referencias estéticas que bordan las imágenes con significados y lecturas diversas, lo absorbente que se nos hace el misterio de la ciudad – hacen del film un suculento banquete a saborear. Cada visionado nos aporta una nueva faceta, un deslumbrante detalle. Cada fotograma es una sensacional pieza de arte, cuidadosamente confeccionada.

Proyas ha creado en Dark City un relato de pesadilla casi kafkiana que transmite su sensación de absurdo existencial y sofoco vital en términos puramente visuales, con excelentes resultados. Que la frialdad de su estética y una cierta falta de resonancia emocional, la coarten en su status de obra maestra, no quita brillo a una película que, quizás, no necesita de tal apelativo. Dark City es, en virtud de esta nueva versión, algo más que una obra de culto. Es ahora un clásico contemporáneo. Bienvenida sea.