21 de septiembre de 2008



The Other
Dirigida por Robert Mulligan








Ahhh, The Other...Recuerdo haber visto esta película, hace muchos años, siendo apenas un crío, en un pase televisivo de medianoche y haberme sentido aterrorizado fuera de mis cabales por su inquietante atmósfera. Por supuesto, siendo niño, fueron sus elementos más icónicos los que me aterrorizaron: el dedo cortado (reseco, casi momificado) que el protagonista lleva en una lata a todos lados, el gemelo maligno que le influye a cometer actos innombrables, el molesto primo que muere ensartado en una horqueta, el inolvidable plano del bebe ahogado en la barrica de licor (seguro que Edgar Allan Poe se rie entre dientes, sea donde sea que esté, cada vez que alguien ve esta película), la abuela que muere entre las llamas...

Fue esta, más o menos, la misma época en que vi por primera vez The Exorcist y The Omen en sendos pases televisivos (en una versiones hilarantemente mutiladas para sustraernos de sus partes más “jugosas”y no herir las sensibilidades de los hogares bien). Con tiernos diez años no hizo mayor diferencia, como podrán imaginarse, que las partes más terroríficas y grotescas hayan quedado en la sala de montaje de la estación televisiva que las transmitió - ¿Televisión Nacional de Chile, puede ser? Mi memoria ya no es la misma - por que absorbí todo el cuestionable material con la avidez típica de la niñez. La mente fascinada, la imaginación desatadamente morbosa (precisamente por lo que no llegué a ver en aquel momento) y los ojos abiertos como platos por el terror que me producían las imágenes. Me pasé unas cuantas noches en vela repasando mentalmente las implicancias de lo que esas películas nos narraban (todas ellas horribles, por supuesto) y entre el impacto que me produjeron y las constantes reposiciones de The Twilight Zone, The Outer Limits y Night Gallery, menú de relleno habitual de los canales chilenos por aquel tiempo, me volví un adicto al terror y el fantástico.

Pero todo eso vino después. The Other fue mi primera experiencia significativa con el terror cinematográfico de la que guardo clara memoria (sí, incluso el Drácula de Lugosi y el Frankenstein de Karloff vinieron después). Las sutilezas de la película pasaron, en aquel momento, totalmente por sobre mi inocente cabeza (entre ellas, el notorio contraste entre su bucólica ambientación y los terribles hechos que se nos muestran, su clara inspiración en el Gótico Americano, la influencia literaria de Ray Bradbury que planea por sobre la historia) y me quedé, en mi impresionable mentalidad, con la idea fija de una película de fantasmas aterrante. Lo terrible es que luego de ese pase no tuve otra oportunidad de volver a ver la película, por mucho que la buscaba, miserablemente en vano, entre cuanta reposición de trasnoche podía disfrutar (lo que no impidió que me encontrará con unas cuantas joyas más como recompensa al esfuerzo). Durante años y años, The Other no fue más que un recuerdo atesorado en mi mente calenturienta, plena de pesadillas y monstruos (hola, Sr. Harryhausen¡¡); naves espaciales (Sr. Lucas, ¿como está Ud.?), superhéroes varios y novelas de Stephen King.

Nuevamente, llega el dvd al rescate del cinéfilo nostálgico. La diminuta maravilla tecnológica – que nunca deja de sorprenderme con su inagotable marea de nuevos títulos - me permite, una vez más, revisar las míticas sombras cinematográficas de mi pasado y en este caso, me devuelve algo que creía perdido. Con mayor fortuna todavía, se da el caso que mis recuerdos infantiles – y por tanto, impresionables – no habían embellecido la película de Robert Mulligan fuera de proporciones. Revisada 28 años después – uf - de la primera vez que tuve el placer de aterrorizarme con ella, puedo decir que The Other es, verdaderamente, una joya del cine de terror. Una obra que merece, desde todo punto de vista, ser rescatada del olvido.

Esta película tiene algunos detalles interesantes dentro de su producción. Por ejemplo, su guión está adaptado de la novela homónima escrita por Thomas Tryon en 1971 y de la que él mismo hizo la adaptación al cine. Tryon es más conocido para la platea como Tom Tryon, un actor que tuvo un relativo momento de gloria durante los años `60 con algunos papeles protagónicos en westerns (Three Violent People, coprotagonizada con Charlton Heston, por ejemplo) y alguna producción de prestigio como The Cardinal de Otto Preminger (también fue una de las tantas caras que aparecían a modo de cameos en The Longest Day, la recreación del Dia D que orquestara Darryl Zanuck en la Fox). Su carrera, iniciada a fines de los ´50 en películas de ciencia-ficción de serie B (I Married A Monster From Outer Space, un film tan psicotrónico como su título indica, es la más conocida) nunca terminó de despegar y en la década del `70 se pasó a las letras, donde cosecho buenas críticas. The Other, de hecho, fue su debut en la literatura.

Richard Mulligan, por su parte, era un director establecido y con un prestigio labrado cuando se inició la producción de este film. Aunque su carrera está salpicada de títulos interesantes - Love With A Proper Stranger (1963), Inside Daysy Clover (1965), The Stalking Moon (1969), Summer Of 42 (1971) – su fama está cimentada, básicamente, en dos películas: la hermosa y muy premiada adaptación que hiciera en 1962 de la novela de Harper Lee, To Kill A Mockingbird (por la que Gregory Peck ganó el Oscar al mejor actor y que significó el debut en la pantalla grande de Robert Duvall) y precisamente, The Other.

Con mucho, The Other era, hasta hace poco tiempo, la más difícil de conseguir de las dos (To Kill A Mockingbird ha estado disponible en formato casero desde hace años) y por esto, se convirtió en una película de la que se comentaba ampliamente (y en muy buenos términos) en textos sobre historia del cine y estudios del género, pero que resultaba casi imposible de ver. Se trata de dos trabajos que están en polos opuestos. Por un lado, una historia humana y entrañable acerca del despertar a la vida de una niña de pueblo, detonada por la batalla de su padre contra el racismo; por otro, una historia de terror, con una ambientación falsamente inocente, tan inquietante en sus detalles como terrible en sus consecuencias. Sin embargo, veremos ahora que tienen unos importantes puntos de unión.

Ambas producciones dejan muy en claro las fortalezas de Mulligan como director. Especialmente, su capacidad para trabajar con niños y sacar excelentes interpretaciones de ellos, aún cuando muchas veces no sean actores profesionales. Mary Badham - hermana menor del director John Badham (Saturday Night Fever, Blue Thunder) - en To Kill A Mockingbird y los gemelos Chris y Martín Udvarnoky en The Other, no poseían experiencia actoral alguna antes de ponerse frente a las cámaras y sin embargo, sus respectivos trabajos son excepcionales, cuando no reveladores de la mano maestra de Mulligan en este apartado. Otro punto importante es el gusto de Mulligan por abordar historias intimistas en las que las relaciones familiares - con su complejo tapiz de interacciones - tienen una gran preponderancia. Por lo general, las historias narradas en sus films giran en torno a crisis personales o familiares que lentamente van dejando en evidencia los traumas y rencillas que suelen anidarse tras las fachadas de aparente conformidad que normalmente encontramos en los pequeños pueblos norteamericanos del cine. Los núcleos familiares o de amistad siempre están al centro de sus relatos y su comprensiva visión del ser humano, aporta un tono amable, casi elegíaco, a muchas de sus películas, que casi siempre terminan en la superación de las crisis, la reconciliación de los personajes con sus falencias o una aceptación sabia e iluminada de las amargas verdades de la vida. Mucho de esto se encuentra en The Other, aunque el tono aquí es decididamente menos amable y mucho más macabro.


Es precisamente en el juego de contrastes entre las hermosas y bucólicas imágenes de la America de los `30 – con esa prototípica familia rural, con casa al borde del lago incluida – y la creciente sensación de paranormalidad que lenta, pero inexorablemente se va apoderando del relato, donde The Other gana inmensos puntos a favor. Estamos en una pequeña comunidad de Connectitcut donde el bucólico verano transcurre para los gemelos Niles y Holland Perry entre correteos por los bosques cercanos, intentos de pesca en el lago e inventando maneras entretenidas de matar el tiempo. El cuadro no podría ser más inocente si no fuera por que hay algo decididamente extraño en la conducta de los chicos Perry. Algo que se nos hace cada vez más patente una vez vamos conociendo los trágicos pormenores de su reciente pasado familiar. Su padre ha muerto en un accidente casero, su madre ha quedado consumida por una paralizante melancolía como resultado y un dolor más reciente – que toda la familia parece querer omitir conscientemente de su vida cotidiana – le impide recuperarse y reconectar con su existencia. La sensación de extrañeza que nos produce la conducta de los gemelos pasa de inofensiva a macabra cuando una serie de pequeños e inquietantes incidentes primero y luego unas inesperadas muertes se suceden a su alrededor. Sólo su abuela – el único miembro de la familia que parece tener una conexión genuina con ellos - parece intuir la verdad que se oculta tras la mirada inocente de Niles. Las horripilantes implicancias de los sucesos, sin embargo, se nos hacen reales cuando descubrimos que Holland lleva muerto un año y que sólo Niles es capaz de verlo y hablar con él.

La manera en que Mulligan maneja los aspectos sobrenaturales es lo que hace de esta película una obra sobresaliente. Tanto la información que se nos presenta en la primera parte del film, como la que inteligentemente se nos escamotea, se dimensiona con cada nuevo detalle que descubrimos sobre el pasado de la familia Perry. En este sentido, la película es una buena muestra de como se pueden orgánicamente imbricar las características clásicas de un género tan específico como el relato gótico con una ambientación que le es, en primera instancia, ajena. La apuesta creativa funciona tremendamente bien y la influencia del gótico sirve para aportar distintas capas de lectura y nuevos significados a la película. El relato puede ser interpretado como la exploración de una mente deformada por unos sentimientos de culpa que es incapaz de manejar (lectura tanto más horripilante por que se trata de una mente infantil), como un legitimo cuento de fantasmas donde los muertos vuelven para influenciar a los vivos e incluso como un estudio sobre en qué medida los efectos de un pasado trágico – y la incapacidad de los adultos de manejarlos adecuadamente - pueden repercutir de forma equivocada en las acciones de los jóvenes.

En ningún momento la ambigüedad de la postura implica indecisión por parte del director (ni siquiera el final abierto, que podría frustrar a alguno). Al contrario, el guión está cuidadosamente construido con el fin de crear una devastadora sensación de desazón emocional a medida que los actos de los niños van escalando en consecuencias y pasan de crueldades menores a macabros actos de sangre. La creciente incomodidad que esto produce en el espectador – inicialmente, no sabemos si sentir lastima o repulsión por Niles y Holland - alimenta considerablemente el impacto de la película, cuyo tercer acto lleva el relato al terreno de la tragedia y pone a los protagonistas en una posición más allá de cualquier redención. Aunque la revelación que se nos presenta sobre el meridiano de la historia carezca actualmente de la garra que indudablemente tuvo que poseer en su momento, no es el propósito del film apoyarse exclusivamente en su poder de shock para resultar memorable. Es apenas un elemento más que Mulligan utiliza para espesar el caldo emocional del film y crear una nueva capa de ambigüedad. Ya sea que la integridad mental de Perry esté destruida desde el principio o que su malvado y difunto hermano Holland le haya influenciado de forma sobrenatural, la película es tan abundante en atmósfera y tan lograda en ejecución que, al final, ambas lecturas resultan válidas y se alimentan mutuamente. Sea cual sea la lectura que prefiera hacer el espectador al respecto, la película se mantiene firme en su opción de no favorecer una por sobre la otra, y usa ambas como una forma de enriquecer la narración mediante el entramado emocional y psicológico que éstas aportan.

Mulligan emplaza la cámara de forma maestra – indudablemente apoyado por el fantástico trabajo fotográfico de Robert Surtees - creando escenas de gran naturalidad y fluidez (atentos a la magnifica secuencia aérea al principio del film). El pulso notablemente seguro de su narración - no hay aquí ni un paso en falso - desdice su condición de primerizo en un género tan complicado como es el terror (sin duda, uno de los géneros más difíciles y subestimados del cine, junto a la comedia). Su visión de la America de la Depresión está notablemente bien realizada, llena de luz e inocencia, pero también teñida de una soterrada amargura. Este cuadro histórico de fondo sirve de magnífico escenario para los aspectos oscuros de la historia, precisamente por que, dada la ambientación, no son para nada esperados. The Other es una obra de gran elegancia - visual y narrativa - y una de las pocas películas capaces de generar un terror visceral a plena luz del día, sin caer en el Grand Guiñol o los efectismos gratuitos.
La fantasmagórica atmósfera que Mulligan logra poner en escena – pensemos en la revelación del “gran juego” que abuela y nieto comparten, la visita a la feria de los freaks, las conversaciones privadas de los gemelos, las apariciones casi sonámbulas de la madre, la presencia del famoso dedo amputado y el anillo que pone en evidencia a Niles – combinada con su ambientación decididamente naturalista del paisaje trae a la memoria, por un lado y como ya mencionamos, a la novela gótica, pero por otro, también llama la atención que nos recuerde lo mejor de la literatura de Ray Bradbury. Al ver esta película es inevitable pensar en los trabajos del maestro literario, autor de Martian Chronicles, The Ilustrated Man, Something Wicked This Way Comes y tantos otros memorables relatos que mezclaban el naturalismo con lo fantástico. Hay algo en el tono y puesta en escena de The Other que nos recuerda poderosamente a lo mejor de la delicada y exquisita prosa de Bradbury. Incluso hay momentos en que la película parece canalizar pasajes de Dandelion Wine, una novela de tema elegíaco, pero con algunos momentos líricamente inquietantes. Esta es una de las características más peculiares y regocijantes del excelente trabajo que Robert Mulligan ha hecho con esta película.

Estrenada apenas un año antes que The Exorcist, The Other se alinea perfectamente con aquella obra maestra de William Friedkin – y con The Omen y Rosemary´s Baby también – en el subgénero de los niños malignos, un tema que tuvo una gran presencia en el cine de los años ´70, aunque el trabajo de Mulligan se distingue de ellas por carecer de la violencia gráfica que ha dado tanta fama a las dos primeras o la malsana imaginería que Roman Polansky logró crear en la última, aspectos de una nueva manera de abordar el género que, a la larga, haría escuela. En cambio, la elegancia en las imágenes de The Other y su fabulosa capacidad de generar terror de forma delicada, casi susurrando sus horrores en nuestro oído, hace de este film una rareza dentro del género y la época en que se filmó. Una obra magnífica que definitivamente merece un mayor reconocimiento.