4 de septiembre de 2008



Hellboy: The Golden Army
Dirigida por Guillermo Del Toro





A estas alturas del año cinematográfico, una cosa podemos decir con seguridad: The Dark Knight es un acto difícil de superar. El panorama de los superhéroes en la pantalla grande ha cambiado definitivamente – y para mejor quiero pensar – con el film de Christopher Nolan. Las futuras adaptaciones del género necesariamente tendrán que esforzarse más para no pecar de liviandad, mantener el nivel de entretención, sin comprometer la esencia de sus personajes, y presentar una propuesta sólida si quieren evitar caer en el escarnio general del fandom comiquero y de los cinéfilos enterados. El fan del comic que asiste a una sala de cine para ver a sus héroes en movimiento, se ha vuelto refinado y exigente, ya no se conforma con buenos efectos especiales y mucha acción. Sin duda, un panorama complicado para quienes se arriesguen a seguir la senda del género en los próximos años. Es una suerte, entonces, que Del Toro estrene su nueva entrega de Hellboy a la saga del Dark Knight. La mínima distancia, temporal y temática, que las separa libra al nuevo film de Del Toro de las comparaciones odiosas y le permite ser apreciada sin prejuicios. Es imposible pedirle a esta película pretender ser lo que no es ni entregar lo que no tiene. En cambio, es de todo punto gratificante ver una obra tan absolutamente feliz de simplemente ser, sin ningún tipo de complejos. Hellboy y Del Toro, parecen decirnos desde la pantalla: Aquí estamos, tal vez no seamos quienes volvamos a redefinir el género, tal vez estemos un poco locos y seamos raros, pero es lo que somos. Hala, a disfrutar.

Además, Del Toro es un cineasta con suficiente halo de autor como para diferenciar sus películas como definitivamente suyas, sin importar el género en que se mueva. Es importante recalcar que Hellboy: The Golden Army es primero una obra de Guillermo Del Toro antes que la simple adaptación de un comic. Para quienes hayan seguido la carrera de este mexicano, las implicancias de esto son obvias y bienvenidas. Si bien, en el proceso de llevar a Hellboy de la página impresa a la pantalla, hemos terminado disfrutando con la lectura personal que Del Toro hace del personaje antes que viendo una adaptación fiel del universo de Mike Mignola, su creador, sería ridículo quejarse de ello a esta altura. Si el mismo Mignola está satisfecho del trabajo de Del Toro, quienes somos nosotros para quejarnos. Cierto, sería estupendo ver algunas de las aventuras impresas del personaje saltar a la pantalla de forma más literal, pero los dos filmes que Del toro ha construido hasta ahora no son pobres sustitutos de las obras de Mignola, ni mucho menos.

Las aventuras de Hellboy continúan en esta secuela con algunos ligeros ajustes con respecto al original. Para empezar, ahora vive una relación con Liz Sherman, aunque la vida de pareja es complicada para ambos. El agente John Myers ha desaparecido del grupo y con él, la perspectiva del recién llegado a un mundo extraño. Del Toro, mucho más cómodo ahora en su libertad creativa, centro el foco de atención en Hellboy y sus compañeros. Si el primer film usaba a Myers como los ojos del público, maravillado ante cada nueva rareza que le salía al camino, aquí la rareza es el pan de cada día y lo más normal del mundo. El punto de vista está completamente inmerso en el mundo oculto de Hellboy, sus aventuras y la fricción que su encuentro con el mundo normal produce en su vida. La película ciertamente se beneficia de este cambio en el punto de vista. La primera película trataba sobre aprender a aceptarse como uno es. Al final de la anterior ventura Hellboy, Liz y Abe aprender a aceptarse como freaks. Nunca serán normales, pero no hay nada de malo en eso. Aqui el mensaje es sacarle todo el partido a lo que eres.

El día a día de las operaciones del B.P.R.D. – la agencia de estudios paranormales de la que Hellboy y Liz son la punta de lanza junto al híbrido anfibio Abe Sapien – sigue siendo la excusa para generar el ímpetu narrativo del film. Así, luego de un prólogo que nos pone al tanto de los orígenes de la amenaza que nuestros héroes tendrán que enfrentar (filmado en un maravilloso stop motion), la película no pierde tiempo en poner sus cartas sobre la mesa. El principe elfo Nuada, de regreso de un milenario exilio, busca venganza por la destrucción del reino de su padre – los primigenios bosques de la tierra – y la humillación de tener que agacharse ante el avance destructor de los hombres. Para concretar su objetivo, busca reunir los trozos de la corona que comanda el Ejercito Dorado, una masiva fuerza de indestructibles guerreros mecanizados con los que planea arrasar a la humanidad. Tras asaltar una subasta de artículos históricos y asesinar a su propio padre para conseguir las dos primeras piezas, Nuada concentra sus esfuerzos en recuperar el último trozo de la corona, en manos de su hermana gemela, Nuala. Por supuesto, Hellboy y compañia evitarán por todos los medios que Nuada complete su venganza, aunque esto signifique un terrible sacrificio para Abe.

Como podemos ver, estamos en terreno conocido. El salto desde las artes ocultas de Rasputin y las posibles consecuencias de la presencia de Hellboy en la tierra, que ocupaban la trama del primer film, a la exploración de los mundos míticos del folklore universal, es uno que resulta orgánico al universo de Hellboy, en concordancia con sus aventuras en la página impresa. La película aprovecha la rica fuente de inspiración para sacarse de la manga algunas secuencias impresionantemente imaginativas – la visita al mercado troll y el portal viviente que da acceso al submundo que oculta al Ejercito Dorado son, sin duda, las más memorables – así como una miríada de figurantes, tan maravillosos como fugaces, que pululan este universo, hermosos enigmas que la película deja en el misterio (el diseño del “hombre cabeza de catedral” es algo especialmente inspirado). Guillermo Del Toro es un visualista nato, dotado de una capacidad imaginativa y un cariño tan sincero por lo extraño que sus films, más allá de simplemente entretener, deslumbran y fascinan por sus inventivas imágenes. Su capacidad de destilar múltiples conceptos e ideas y aplicarlos al diseño visual de sus obras, es realmente admirable. También es de agradecer la filosofía creativa, aplicada por Del Toro en este film, a la hora de confiar en los medios tradicionales para crear la multitud de efectos especiales que dan vida a las criaturas y escenarios. Las texturas así conseguidas hacen mucho más real y palpable su personal visión del universo de Hellboy de las que podría conseguir mediante una conseguida, pero fría avalancha de CGI.

En su breve filmografía, este director ha hecho gala de una serie de particularidades que personalizan sus películas y las convierten en obras de reconocido aliento autoral. Estas características de su cine – que van desde los aspectos visuales hasta la construcción de personajes y puntos temáticos - están debidamente integradas en The Golden Army, una obra que se nos presenta como totalmente afín a su universo creativo, una coherencia que ni la sensibilidad comercial de un proyecto de este tipo logra enturbiar. La implícita belleza de la orfebrería, de los mecanismos hechos a mano, por ejemplo, es algo que obsesiona a Del Toro desde Cronos, su primera obra. Aqui no pueden ser más patentes que en la secuencia final con los inmensos engranajes donde se enfrentan Hellboy y Nuada o el complicado diseño del ejercito mecánico. La misma ambigüedad de Nuada como villano – un ser trágico, por el que no podemos evitar sentir lástima – es también un elemento que Del Toro ha elaborado en otros films. Las relaciones familiares y de amistad que presentan sus historias, siempre están dañadas por los errores y pecados del pasado (el abuelo y su nieta en Cronos; Nomak, el vampiro mutante, y su hermana en Blade II, la propia relación de Hellboy con Trevor Bruttenholm, su padre adoptivo). No extraña, entonces, que la relación de Nuada con su padre y su hermana, sea una que está llamada a resolverse mediante opciones trágicas que lo dimensionan más allá de sus fines aparentemente egoistas. De hecho, la capacidad de este director para humanizar las criaturas que pueblan sus films es una de las grandes bazas del éxito de sus películas, los que las hace tan inmediatas para el espectador. Sus personajes nunca son meros ejercicios de maquillaje y resultones efectos especiales. El cariño del creador con sus criaturas es evidente en las específicas idiosincrasias con que están construidos sus héroes y villanos

Dado lo reciente de su anterior y premiado film, El Laberinto del Fauno, es imposible no ver la exploración de los temas folklóricos y míticos como la evolución natural desde aquel film, donde estos temas cobraban capital importancia. Allí donde los mundos míticos y reales caminaban sendas paralelas en El Laberinto Del Fauno, sólo para encontrarse sobre el final, aquí están constantemente en conflicto, luchando por ocupar uno el espacio del otro. Temáticamente, esta aventura de Hellboy es, claro está, más amable, más liviana en su tono que su trágica antecesora, pero esto no quiere decir que navegue exclusivamente por la liviandad. El humor es un aspecto mucho más presente en la narración – la rivalidad entre Hellboy y la rígida disciplina germana de Johan Krauss, el nuevo miembro del grupo, o la entrañablemente ridícula secuencia entre Hellboy, Sapien y un cd de Barry Manilow son dos ejemplos de esto – a tal punto que puede parecer, en ciertos momentos, que atenta un poco contra la seriedad de toda la propuesta. Sin embargo, por cada momento liviano Del Toro nos presenta otro cargado de solemnidad que salva al film de perder el equilibrio. La hermosa secuencia en stop motion que abre el film, la batalla de Hellboy contra el Elemental de la tierra, cuya muerte da vida (en el que es, tal vez, el momento más significativo de todo el film), la decisión de Liz ante el Angel de la Muerte (Del Toro da aquí algunas pistas sobre el futuro de la franquicia) o las palabras finales de Nuada a Hellboy son todos momentos extremadamente conseguidos. Del Toro se guarda bien de dejar las cosas convenientemente abiertas para una tercera parte que, a vista de la sorprendente conclusión de esta aventura, puede dirigirse a territorios del todo inesperados.

Cuando la película funciona, lo hace de maravilla. Cuando tropieza, no lo hace por falta de ideas o ganas, si no por el chirriar que producen el choque de sus elementos más livianos con los momentos sentidos de la narración. Por tanto, Hellboy: The Golden Army es una película muy conseguida y filmada con un notable sentido de lo estético, pero su desafortunada irregularidad tonal bien podría hacer perder la complicidad de algún espectador poco paciente con sus abundantes momentos de infantil humor. Si no fuera por que, aun con esta imperfección, la película nunca pierde, en lo más mínimo, la capacidad para impresionar con sus imágenes o entretener a la platea de forma inteligente, casi podría dudarse de la propuesta de Del Toro. Por suerte, no es el caso. Es indudable que el director se lo pasó de maravilla creando este film, hecho a la medida de su fértil imaginación y con el fin de ser disfrutado con mente amplia y el corazón abierto. Tampoco es mucho pedir.

Tal vez no sea esta la película que supere las cotas creativas de su admirada antecesora, pero es una película maravillosamente honesta. Como pieza de entretenimiento, ciertamente es un triunfo. Esperemos que su respuesta comercial de paso a un tercer capítulo de esta saga y permita a Del toro explorar esos territorios a los que apunta en el final. Hellboy y el B.P.R.D. bien merecen el esfuerzo. Y siempre serán bien recibidos.