21 de enero de 2009



Sky Captain & The World Of Tomorrow
Dirigida por Kerry Conran














Esta deslumbrante película - ejercicio lúdico en homenaje a la literatura Pulp y a la recuperación sin aditivos de las simples, cinéticas narrativas de los Serials de los años ’40 - originó su andadura hacia la pantalla grande en la forma de un cortometraje de seis minutos que Kerry Conran creara de forma casera con un PC y la ayuda de un puñado de software comercial, en la secreta esperanza de posteriormente desarrollarlo como un film de estreno. Mediante afortunados contactos dentro de la industria y un considerable golpe de suerte, Conran no sólo logró que Jon Avnet (Green Fried Tomatos, Righteous Kill) apoyara su idea de cara a los estudios sino que, además, obtuvo el apoyo del cineasta en calidad de productor para iniciar la transformación del corto en largometraje. El corto en cuestión está incluido como extra en el DVD de la película (editada por Paramount) y a pesar de ser, evidentemente, primitivo en lo técnico comparado con el producto final, es también sorprendente comprobar el alto grado de semejanzas entre ese primer ensayo y la película terminada. Para bien o para mal, Conran tenía las cosas claras desde el principio.

La película fue abordada en un primer momento como proyecto independiente y, en consecuencia, poseía un presupuesto muy reducido, abocado principalmente a la obtención del material informático necesario para procesar las aproximadamente 2000 tomas de efectos CGI que serían necesarias para completarla. A pesar de esta limitación económica, Avnet consiguió tentar a algunos nombres bastante interesantes para el apartado interpretativo - Jude Law y Gwyneth Paltrow como protagonistas; Giovanni Ribisi y Angela Jolie como soporte, más una breve participación de Michael Gambon - quienes en su mayoría aceptaron trabajar en el proyecto, más allá de los honorarios, estimulados por la novedad del sistema de filmación y el desafío técnico que éste implicaba: Sky Captain sería la primera película cuyos sets se generarían totalmente mediante computador, en tanto que los actores realizarían sus interpretaciones frente a una pantalla azul, apenas interactuando con uno o dos elementos reales de atrezzo.

Aunque The Phantom Menace ya había hecho una incursión en el sistema (a escala reducida, sólo un puñado de secuencias se filmaron de este modo) y los posteriores estrenos de Sin City, Casshern, 300 y The Spirit hicieron que este sistema de trabajo ya no resultara ninguna novedad para el espectador, en el 2003 - año en que se inició la filmación de Sky Captain – la película generó una considerable ola de interés, pues en ese entonces se trataba de un proceso prácticamente experimental que nunca se había usado a tal escala. Desde la misma filmación – realizada con cámara digital – y hasta los últimos retoques visuales previos al estreno, todo el proceso de producción fue realizado completamente por medios informáticos. El resultado es visualmente sorprendente. Una fantástica aventura de ciencia-ficción retro, bañada de tonos dorados y sepia que, además, se daba el lujo de revivir fugazmente a Sir Laurence Olivier para darle rostro al villano de la función. La recargada visual juega con las referencias históricas reales con visos de ficción (el arribo del Zeppellin a New York, que abre la película, es la imagen perfecta para asentar la atmósfera de la cinta y la ambientación de época) mientras arroja guiño tras guiño al fan de ojo avisor (King Kong y Godzilla tienen microscópicos cameos) y siempre usando de referencia las clásicas portadas de las novelas Pulp como marco estético inspirador para crear estupendas iconografías Pop. Una delicia absoluta. En todo caso, más allá de los avances técnicos que la película introdujo dentro de la industria y el propio logro de terminarla satisfactoriamente a tiempo - dada la complejidad logística de la tarea (si bien con una bienvenida inyección de dinero a última hora por parte de Paramount) - el mayor atractivo de Sky Captain como cine es la bien concebida y aún mejor ejecutada recuperación de una narrativa y una estética que, mezcladas en igual medida y con manifiesto jolgorio de fan entregado, dejaban en evidencia desde el primer fotograma sus patentes fuentes de inspiración.

Es así que las principales características de las novelas Pulp (Doc Savage, The Shadow, Bill Barnes, Amazing Stories, Weird Tales, sólo por nombrar los títulos de más fácil reconocimiento) y los Serials cinematográficos producidos como complementos para las antiguas sesiones de cine de sábado por la mañana (The Perils Of Pauline, Flash Gordon, King Of The Rocket Man y una vasta lista de títulos) campan ampliamente a sus anchas en esta entretenida película. Destaca, en este sentido, el cuidadoso trabajo en el diseño de arte (fuertemente influido por el Expresionismo, el Futurismo y el Art Decó, como referentes estéticos de la época) y el demencial nivel de detallismo de vehículos, vestuarios y escenarios, que exudan profusamente todos los elementos de diseño clásicos que las imágenes de aquellos viejos divertimentos poseían. Por esto, Sky Captain es una película que se absorbe principalmente por los ojos antes que por el intelecto. Está claro, en virtud de las artes que recupera y homenajea, que su narrativa es la de un cine de aventuras sin pretensiones. Escapismo en el más hermoso y puro sentido de la palabra. Quienes en su momento criticaron la película por su elaborada visual y escaso argumento, su abundancia de personajes maniqueos y esquemáticos, amen de usar una trama demasiado simplista, carente de mayor lógica, no entendieron que el propósito del film era precisamente recuperar un estilo narrativo - y una manera de entretener mediante él - que fuera totalmente fiel a sus características originales. A diferencia de las aventuras de Indiana Jones (el referente más inmediato en este tipo de recuperaciones), Sky Captain no pretende legitimar su narrativa mediante la consistencia dramática o la sofisticación del género. Esa particularidad de estilo, inherente a las películas de acción de Spielberg (y parte del genio de este cineasta) es una que no parece preocupar a Conran ni a sus colaboradores.

En consecuencia, Sky Captain es una historia simple de seguir que rehúsa concientemente hilvanar fino en la consistencia dramática o la exploración de personajes. La película sigue, a rajatabla, un sólo precepto: “what you see, is what you get”. En virtud de esto, estamos ante una obra en extremo esquemática (aunque nunca aburrida), redimida por el soberbio espectáculo que nos presenta. Por tanto, si Sky Captain nos parece la traslación de una novela Pulp a la pantalla grande mediante los mecanismos narrativos del Serial, es por que, patentemente, esa es su intención. Gritar falta al respecto es demostrar una lamentable ceguera, francamente. Como gran admirador de estas muestras de la cultura popular yankee, me regocijé interiormente cuando vi que habían sido conjugadas de manera tan perfecta por Conran y su equipo de trabajo. Sin ser un experto en estos temas, sí puedo decir que, en su momento, desfilaron frente a mis ojos unos cuantos Serials y la influencia que, en particular, tuvo Flash Gordon (personificado por el inimitable Buster Crabe) en mi crédula infancia es una que resulta del todo definitoria en el desarrollo de mis posteriores gustos. De similar forma, en años pasados he invertido incontables horas muertas en devorar novelas de The Shadow, Bill Barnes y Doc Savage estimulado por esa misma herencia y la recomendación de amigos más enterados. Huelga decir que disfruto de estos dos géneros con pasión. Cuando Sky Captain llegó a los cines, mi estado mental era el perfecto para disfrutar de la película, sin concesiones.

A pesar de su inocente precariedad de medios y una por lo demás deficiente calidad interpretativa (cuando se es niño, tales cosas no pesan demasiado comparado con el nivel de entretenimiento) hay algo fascinante y derechamente adictivo en la estructura episódica de los primitivos Serials, que los hace muy atractivos como divertimento (sin mencionar el factor de humor no intencionado que la revisión actual de estos productos produce, un valor añadido impagable). En el centro de sus ingenuas historias de malvados de opereta, doncellas en peligro e hidalgos aventureros al rescate – peones todos de unas alambicadas tramas que muchas veces desafían cualquier descripción racional - yace una indefinible magia que hace de estas historias unos artefactos a prueba del tiempo y el cinismo, sin importar lo desvaída que actualmente nos parezca la calidad de sus imágenes. El Serial es actualmente un género olvidado por la industria, puesto que no logró superar la enorme popularidad de las entonces nacientes cadenas televisivas comerciales. Ante el creciente desafío de la pantalla catódica, Hollywood decidió apostar por espectáculos millonarios y grandilocuentes. La humildad intrínseca del Serial recibió un golpe de muerte. Para mediados de los ’50, la fórmula de las aventuras baratas ya había caído en una notoria decadencia después de unas fructíferas décadas de abundantes títulos y la producción de estos complementos se paralizó por completo. Con todo, por un buen tiempo el Serial no cayó totalmente en el olvido en que hoy está, pues la misma televisión hizo uso del amplio catálogo de títulos disponibles principalmente para (curiosa ironía) cubrir el slot de programación infantil de los sábados por la mañana. Puedo imaginar claramente a Conran niño un sábado por la mañana cualquiera, devorando oreos con leche y la mirada fija en la monocromática brillantez catódica, inconscientemente tomando notas para el futuro.













You look familiar, my friend...





Sky Captain, es completamente fiel a las características del género apuntadas anteriormente (salvo el de la interpretación). El catalizador de su trama es un celo científico desbocado, ciegamente empeñado en destruir al mundo para crear un nuevo edén (genialmente bautizado por Conran como Totenkopf, dejando claro su origen a la sombra del poderío alemán de la Primera Guerra Mundial, otro guiño a la época); el protagonista es el prototípico aventurero de una pieza, que a la larga deviene en un ser noble dispuesto al sacrificio. La heroína, por su parte, cumple el doble rol de mujer autosuficiente (como las mujeres en el cine de Howard Hawks de los ’30) y doncella en peligro, infatigable compañera del protagonista. Los esbirros del villano son tan irredimibles como impersonales: cantidad de futuristas aeronaves inteligentes y robots gigantes, maravillosamente diseñados - y que recuerdan inmediatamente a los usados por Fleischer Studios en su admirado corto de animación The Mechanical Monsters para la serie Superman – todos ellos liderados por una misteriosa y mortífera mujer guerrera, llamada escuetamente Mysterious Woman. ¿Captan la simpleza del panorama? Lo único que hace falta para disfrutar del Serial es, simplemente, tener ganas de hacerlo (y de forma secundaria, rehuir la tentación de intelectualizarlo). Tal vez el único punto donde se retoca la formula es en el manejo del villano, tratado aquí como una amenaza invisible durante la mayor parte del metraje, constantemente un paso por delante de los protagonistas. No es ninguna falencia en todo caso. Cuando finalmente surge su rostro eléctricamente generado ente dos pilares (la nota de reconocimiento a The Wizard Of OZ en esta secuencia es otra fuente de placer interno para este escriba) y nos encontramos con la cara y voz del largamente fallecido Sir Laurence Olivier, la espera ciertamente ha valido la pena (para estos breves planos se usaron descartes de pruebas de cámara del actor, cedidas por sus herederos).

Entre la evidente acumulación de elementos Sci Fi naif, la continua sucesión de saltos geográficos y la necesaria supresión del rigor lógico, Sky Captain puede resultar atosigante para quien no comulgue con su narrativa de “A-B-C, vamos y pillemos a los malos”, sea un espíritu inmune a los placeres del género o para quien el factor de nostalgia sea nulo. Para estas personas, una recomendación. Vean la película dividida en trozos de 15 o 20 minutos. Básicamente, cada vez que una secuencia de acción esté en su punto álgido, pongan el disco en stop y vuelvan a la película al día siguiente. Verán como la cosa adquiere rápidamente sentido. Para aquellos críticos que levantaron la tarjeta roja de la falta de rigor dramático no me queda más que mandarlos a la biblioteca más cercana – es decir, la web – y leer un par de historias de “Bill Barnes, Air Adventurer”. No creo que pueda haber un antecedente más directo de esta película. Cualquier posible duda que el espectador despistado tenga con respecto a la simpleza narrativa que Conran ha escogido para su guión, la lectura de Bill Barnes le resultara del todo esclarecedora, puesto que Sky Captain es su heredero absoluto, aunque no oficial.

Las novelas Pulp nunca han sido consideradas alta literatura (ni siquiera por sus más obstinados defensores, yo entre ellos) ni sus autores se consideraban a sí mismos excelsos literatos, aunque - a su humilde manera - indudablemente lo eran. Pero una cosa con respecto a ellos es del todo verdadera: eran hombres que sabían escribir eficientemente una historia entretenida, repleta de acción y aventuras descabelladas, al mismo tiempo que eran capaces de trabajar con personajes muy estrechamente definidos (por lo general, según directrices de la editorial) y, aún así, podían hacer de sus pequeñas historias una gozada de tremendas (y tremendistas) caracterizaciones. Así, los malos, lo son siempre de forma irredimible; los buenos, son incorruptibles y siempre dispuestos a resolver entuertos ajenos. Los personajes secundarios, por su parte, aparecen (o se desvanecen) en función de su utilidad al argumento. En coherencia con esto, la narrativa Pulp se auto define por su narrativa económica, directa y palpitante. La acción es la principal estrella, siempre trepidante y en un constante crescendo de situaciones imposibles (para que la eventual falta de lógica en la historia no se note demasiado) y las locaciones, a más exóticas (o surreales) mejor. Los editores y autores de estos productos sabían que su público potencial consistía en adultos que apenas habían salido de la escuela pública y sobre todo, niños impresionables dispuestos a creerse todo. Para mantenerlos cautivos, actuaban en consecuencia.








En el Pulp, la portada es gancho y
aperitivo



Yendo un paso más allá, no es ningún secreto que las novelas Pulp – específicamente, las de aventuras y ciencia ficción, pues las había de todo tipo - son el antecedente literario directo de los comics y - en general - del actual género de aventuras como un todo, cualquiera sea su medio de expresión (la radio, es válido mencionar como punto aparte, jugó un papel importantísimo en la popularización de los héroes pulp mediante programas que imitaban perfectamente el estilo de las novelas). La semejanza temática e icónica entre, por ejemplo, la polaridad de caracteres entre Doc Savage y The Shadow (luz vs. oscuridad en la persecución de la justicia) y Superman/Batman es una con la que cualquier aficionado a los comics se ha encontrado alguna vez en textos sobre el tema. La simetría es demasiado evidente como para ignorarla y resulta totalmente válida. Del mismo modo, prácticamente todos los recursos narrativos del género – damisela en peligro, científico loco, villano maníaco, esbirros deformes, el sidekick y el científico bueno que ayudan al héroe, las locaciones lejanas, el rescate a última hora, la muerte horrible del antagonista y tantos otros clichés que actualmente aún se mantienen en uso - han nacido de las páginas de estos humildes medios de entretención. Todo esto, por supuesto, sin desmerecer la herencia de la literatura de siglos pasados. Sin embargo, es innegable que la depuración de estos mecanismos narrativos y el alto grado de perfección en su utilización, es algo que hemos de agradecer por completo a la novela Pulp. En este contexto y como he apuntado, el personaje de Sky Captain es el nieto ilegitimo de Bill Barnes (a su vez, vagamente inspirado en Charles Lindbergh) y, por tanto, es un héroe Pulp luminoso (a lo Doc Savage, aunque de moral más flexible, mi estimado Doc es un inefable puritano) a tal punto que son prácticamente intercambiables. Al igual que Sky Captain, Barnes posee una flotilla de aviones extremadamente sofisticados y comanda un grupo de expertos pilotos en cuantas misiones le resulten atractivas o beneficiosas. Ambos tienen una base cerca de New York, son numerosos sus intereses románticos y tienen un joven sidekick. Habrán notado que mi escueta descripción es aplicable a muchos aventureros más, de toda índole y origen. Y es que el original héroe Pulp es así de icónico y fácilmente asimilable a nuevas narrativas y medios. Por eso el nivel de reconocimiento en la película de Conran, para quien goza de este tipo de literatura y personaje, es tan alto y tan reconfortante.

Como sus antecedentes literarios y cinematográficos anteriores, el guión de Sky Captain no es una muestra de gran arte narrativo (por lo menos, no en el sentido clásico de la frase). Si es, en cambio, una gran muestra de que los formatos de aventura clásicos, como los héroes que los pueblan, nunca mueren del todo y que sólo hace falta de alguien con el suficiente cariño por los originales para traerlos de vuelta a la escena. Conran posee ese factor de cariño y respeto por los originales que reformula, en cantidades industriales debo agregar. Resulta evidente entonces que Sky Captain & The World Of Tomorrow es una película inspirada por las avenidas del recuerdo y - debido a esto - en curso de colisión con los apetitos del público y el favor de la crítica de hoy en día. De ahí que su atractivo comercial fuera menor (su paso por cines dejó mucho que desear) a pesar de su inspirada empaquetadura visual y lo atractivo de su reparto. Una pequeña joyita que estaba de antemano destinada a ser producto de fascinación para unos pocos, facturada con la tecnología del mañana y narrada con la lógica ilógica de un niño que sueña despierto con la aventura perfecta para su héroe perfecto. Sky Captain deviene entonces una hermosa película de aventuras, para quien tenga los ojos y el marco mental apropiados para verla como tal. Kevin Conran – en el colmo de la suerte, para él y para nosotros – ha podido plasmar su personalísimo sueño en una realidad tangible para el goce de todo aquel que, libremente, quiera entregarse a soñar también y aunque sólo sea por eso, su esfuerzo es digno de admiración. Hay cosas en esta vida que se disfrutan por lo que son, no por lo que otros quieran que sea.