28 de enero de 2009



Conan, The Barbarian
Dirigida por John Millius












“Between the time when the oceans drank Atlantis and the rise of the sons of Aryas, there was an age undreamed of. And onto this, Conan, destined to bear the jeweled crown of Aquilonia upon a troubled brow. It is I, his chronicler, who alone can tell thee of his saga. Let me tell you of the days of high adventure¡



Days of high adventure. Nunca una hipérbole fue más cierta... El primer comic que tuve en mi vida fue un Savage Sword Of Conan, probablemente uno de la dupla Roy Thomas / John Buscema, aunque ese dato ya se ha perdido en la niebla del tiempo. Si recuerdo que fue mi padre quien lo adquirió para mí por unos exorbitantes 50 pesos de fines de los setenta (hasta yo era conciente que 50 pesos era una pequeña fortuna en esos días). Y también recuerdo que lo atesoré por muchos años, en los cuales siempre fue mi material de relectura favorito. Sus páginas monocromáticas, cargadas de violentas proezas, despertaban en mi una tremenda sed de otras posibles aventuras por descubrir. Y descubrirlas fue lo que hice, claro está. No sólo en las páginas de Conan, también en otros muchos títulos. Me estaba enganchado a los comics sin saberlo y por medio de ellos, también a la fantasía y la ciencia-ficción. Ya era tarde para hacer cualquier cosa al respecto. Algún tiempo después, recibí de padre mi primera figura Mego (demonios, viejo, cuanto te debo y tu posiblemente ni te enteraste del inmenso favor que me hacías guiando, quizás sin querer, mis primeros pasos hacia unos universos tan maravillosos). No, no era un Mego de Conan. Era el de James T. Kirk, un capitán de nave espacial del que no tenía idea alguna de donde había salido, pero del que mis hermanos estuvieron felices de ponerme al día con sus aventuras (bingo¡¡ ya estaba enganchado a Star Trek) La segunda figura Mego que recibí en mi vida sí fue un Conan (y la tercera un Green Arrow, pero eso no viene al caso). Tenía espada, muñequeras, botas y un hacha de doble filo que me alucinaba. También tenía taparrabo de piel sintética y un pelo de muñeca que tendía a enredarse endemoniadamente. Casi tan endemoniadamente como las aventuras que le hacia vivir en el patio de mi casa.

Cuando me hice mayor para jugar en el patio, quizás una decena de años más tarde, y realicé mi primera compra oficial de adulto joven – una máquina VHS que corrió un millar de inenarrables aventuras bizarras en mi afán de piratear cuanta película cayese en mis manos – lo primero que hice fue conseguir una cinta de “Conan The Barbarian” y hacer mi copia personal. Mi propia copia de la película. Wow.... No me lo podía creer. Cada vez que dudaba de mi suerte, me sentaba a verla de nuevo. Al nacer el DVD, me cambié de formato a su debido tiempo (con una sangría económica considerable, debo agregar, dados mis escuálidos ingresos) regalé todas mi cintas y me propuse empezar desde cero una videoteca que cumpliera todos mis sueños. Y eso es lo que he estado haciendo desde hace ya varios años, con un cierto grado de éxito. En todo caso, entre los primeros títulos en DVD que tuve (lamento confesar que me salté el Laserdisc, un formato físicamente hermoso, pero técnicamente deficiente) se hallaban “The Wild Bunch”, “The Thing” y – por supuesto - “Conan The Barbarian”. Hace poco tiempo atrás, di el salto al High Definition via Bluray. ¿Adivinan cual es la película que espero con más ansia? No, no es Star Wars.

¿ Y a todo esto, ven por donde van los tiros con esta parrafada? Tal vez yo no sea el fan más fan de Conan ni el más erudito y de seguro que mi interés por el personaje ha variado de tiempo en tiempo, pero sus aventuras siempre han estado conmigo de alguna forma y siempre me han fascinado. Su icónica imagen - espada en mano, derribando seres deformes o guerreros semi vikingos, para proteger a una damisela escasa de trapos, todo en sanguíneos colores- es una de las que con mayor fuerza se grabó en mi afiebrada imaginación de imberbe consumidor de fantasía. Su figura arroja una amplia sombra sobre mis años de infancia. La versión corta es que para cualquier niño sediento de aventuras, Conan es lo máximo. Como dice el propio John Millius en el audio comentario del DVD, “todos queremos ser Conan”.

Creado en 1932 por el texano Robert E. Howard y publicado originalmente en forma de relatos pulp para la revista Weird Tales, Conan es considerado uno de los personajes pertenecientes al género de “Espada y Brujería” (o Fantasía Heroica, como también se le conoce) más reconocibles del género, cuando no el más famoso de todos. "Hither came Conan, the Cimmerian, black-haired, sullen-eyed, sword in hand, a thief, a reaver, a slayer, with gigantic melancholies and gigantic mirth, to tread the jeweled thrones of the Earth under his sandalled feet." Quien mejor que el propio Robert E. Howard para definir a su creación. Siendo aquí clave la frase “...con gigantescas melancolías y gigantescas alegrías” para definir la imagen que Millius nos da del personaje en su película. Para cuando el director puso en marcha la producción del film en 1981 – producida por ese particular mecenas del cine que es Dino De Laurentis y protagonizada por un entonces desconocido Arnold Schwarzenegger - el personaje tenía ya a su haber un bagaje considerable en el mundo de la literatura popular, mismo que había sido magníficamente amplificado cuando Marvel Comics decidió publicar sus aventuras a principios de los setenta. La editorial - con bastante sabiduría por su parte - utilizó directamente el universo mítico creado por Robert Howard en los pulps como inspiración para los dos títulos - ya referenciales dentro de la Casa de las Ideas – que desarrolló para el personaje: Conan, the Barbarían y posteriormente, The Savage Sword Of Conan. Desde el mismo estreno de la película, algunos fans del personaje se mostraron divididos en su apreciación del trabajo de Millius debido a la cruda calidad de sus imágenes y los excesos de violencia que parecían estar más bien sacados de The Savage Sword Of Conan dibujado por John Buscema (de hecho, un comic en blanco y negro mucha más orientado al lector adulto que al adolescente) que de la más lírica (y estéticamente más apreciada) versión del personaje creada por Barry Winsor- Smith en las páginas de Conan, The Barbarian.

Aunque en una primera aproximación, esto tiene su grado de verdad, no es menos cierto que ambos comics estaban escritos inicialmente por el mismo guionista, Roy Thomas, (por tanto, ambos títulos eran consistentes en su presentación del personaje) y que, al fin y al cabo, el guión cinematográfico para “Conan The Barbarian” se alejaba de las historietas del personaje, siendo una reelaboración bastante libre no de los comics, sino de las novelas. El Conan de la película es, esencialmente, en términos icónicos, el Conan que siempre hemos conocido, pero los detalles de su origen y sus motivaciones son exclusiva creación para la pantalla. Incluso, el villano de la historia – Thulsa Doom - ni siquiera pertenece a los mitos de Conan, siendo parte de las historias de Kull, The Conqueror que Howard había creado previas a las del guerrero cimerio. En este sentido, las libertades son abundantes, aunque todas coherentes con el universo de Robert Howard y el mundo en que el personaje se mueve. Partiendo por el origen de la aventura, en el que la tribu de Conan (incluyendo a sus padres) es aniquilada por Thulsa Doom, pasando por su posterior esclavitud infantil hasta su etapa como gladiador y finalmente su imagen de consumado guerrero, el film se propone firmemente moverse dentro de sus propias coordenadas, con el fin de hacer del tema central que Millius plantea algo internamente coherente e independiente de la página impresa (si bien, del todo complementario con ella). El tema principal de la película, arropado por una simple historia de venganza, es el de la iluminación interior (la luz del pensamiento, del raciocinio) imponiéndose por sobre la oscuridad de la barbarie, al mismo tiempo que toda la historia apunta a ser una declaración poética sobre la fortaleza de la voluntad humana (ejemplificada por la cita de Nietzsche que abre la película).






El Conan de John Buscema, considerado por muchos como inspiración directa para Millius y su versión del personaje




Bastante denso para una película de aventuras, se podría pensar, pero con la dirección de Millius – quien rescribió el ambicioso guión original de Oliver Stone (un texto que, según el propio Stone confesara años más tarde, daba para varias películas) - la dinámica de la historia no cae nunca en pesadeces filosóficas que perturben el flujo constante de aventuras e incidentes que jalonan el viaje vital de Conan desde las fosas de la esclavitud hasta la preclara convicción de su condición de ser humano iluminado (una constatación existencial que le une al Conan de las novelas, un hombre bastante más astuto de lo que nos dejan entrever las portadas de comics y novelas). El trabajo de Millius es muy logrado en tanto que logra mezclar, sin solución de continuidad, intensos momentos de violencia desatada y sanguinolentas muertes con un arco emocional para el personaje que tiene su apropiado inicio, desarrollo y conclusión. Es todo un logro en una película que, por sus características constituyentes, es muy fácil de descartar como entretenimiento descerebrado. Millius utiliza una paleta de colores ocres, amarillos y rojos que, ayudados por el excelente diseño de producción (cortesía de Ron Cobb) y una no menos estupenda composición de imágenes, nos entregan una visión extremadamente convincente de un tiempo mítico, mayor que la vida misma. Conan, The Barbarian está plagada de momentos visuales muy bellos (sugeridos por la obra de Frank Frazetta), imágenes expertamente compuestas, casi pictóricas en su cuidada organización de elementos dentro del encuadre que en gran medida ayudan a sugerir los temas que Millius quiere transmitir cuando la palabra escasea (hay muy poco diálogo en el film). Es, por tanto, una película esencialmente visual en la aproximación a sus temas y que busca concientemente la iconicidad como herramienta de comunicación.

El periplo que Conan vive en su búsqueda de la ansiada retribución a su agonía es tanto una crónica vitalista de esos “times of high adventure” de los que nos habla el narrador en la apertura del film, como una senda de maduración emocional para el personaje. No es gratuita entonces la estructura episódica que caracteriza a la primera parte de la historia, luego del brutal episodio donde la villa de Conan es arrasada por Thulsa Doom (un magnifico James Earl Jones) y sus guerreros, llegados místicamente de la nada en busca del “Enigma del Acero” que su padre ha forjado como espada (y que Doom usa para decapitar a la madre de Conan, uno de los numerosos momentos de poesía operática que entrega la cinta). Precisamente, este concepto del Enigma del Acero es uno que viajará con Conan a lo largo de todo su periplo como una suerte de pesado talismán, una carga simbólica de la que sólo podrá deshacerse a través de la maduración y la adquisición de sabiduría. Cada nuevo incidente y personaje que Conan encuentra en su camino, le informa de los modos del mundo y le sorprende con la maravilla carente de cinismo de un infante (el episodio de la bruja, por ejemplo, o sus reacciones cuando entra por primera vez a una ciudad). Que Conan existe y persiste para concretar su venganza, en todo caso, es algo que queda claro desde el principio, pero el mundo le sorprende a cada paso también, como la criatura inocente que, en gran medida, sigue siendo, a pesar de que la suya es una vida entregada al robo y al vicio para poder subsistir. Donde muchos vieron a un bruto sin emociones derribando camellos a puñetazos, lo que Millius en realidad está haciendo es configurar los primeros pasos de Conan hacia la consecución de su futura grandeza.

Es en los episodios de Conan como ladrón - acompañado del leal Subotai (Gerry Lopez, un surfista amigo de Millius, sin experiencia actoral previa) a quien ha rescatado de ser alimento de lobos - donde la película adquiere - luego de un breve desvío hacia la comedia física (impagable la imagen de Conan, del todo borracho, con la cara sepultada en el plato) – progresivamente un tono más reconcentrado, de mayor seriedad y es también cuando la historia adquiere su verdadero peso, su real dimensión. Con la entrada de la ladrona Valeria (la espectacular Sandahl Bergman) en su vida, Conan tiene un motivo para existir independiente de su sed de venganza (el abrazo casi desesperado al que se entregan mientras hacen el amor y la decepción de Valeria cuando comprueba que Conan se ha marchado en busca de su objetivo, son significativos), Conan lo sabe, pero el reencuentro con el emblema de las serpientes, que sucede al mismo tiempo, reaviva su determinación de encontrar al primigenio arquitecto de sus pesares. El guerrero no puedo evitar ser quien es. El interludio romántico con Valeria tendrá un efecto poderoso sobre la personalidad de Conan, no tan sólo dentro de esta película - en la secuela, “Conan The Destroyer”, el guerrero en un momento recuerda melancólicamente a su amante, casi lo mejor de una película claramente inferior en ambiciones a su predecesora - y finalmente su presencia será determinante para que Conan expíe los fantasmas del pasado y así pueda enfrentar su futuro. La propuesta de Millius alcanza, entonces, nuevas alturas cuando Conan es llevado a la presencia del Rey Olric (Max Von Sydow, claramente pasándoselo bomba con su cameo) quien le encomienda al trio la misión de rescatar a su hija de un oscuro culto a la serpiente que ha surgido en su reino. Es por supuesto, la nueva amenaza creada por Thulsa Doom, reconvertido en una suerte de místico nihilista, un profeta de la oscuridad. Su amigo Subotai y su amada Valeria, dudan de la empresa. Para Conan está claro que la pugna es inevitable.

Con la figura de Doom de vuelta en escena, la cinta entra en su segunda y mucho más interesante parte. Temáticamente, Millius ha guardado proverbialmente lo mejor para el final. Hasta ahora, Conan se nos había presentado como un ser inmaduro, explorando tanto el mundo como sus propias posibilidades. Estamos, sin dudas, en un relato iniciático. El origen de una leyenda. Como toda leyenda que se precie, debe tener un sabio que guíe al héroe (y de paso, nos comente la acción) Millius nos presenta en este punto al mago Akiro (Mako, tristemente fallecido hace algún tiempo) cuya voz es la del narrador del prólogo. El mago observará los hechos desde Los Túmulos, el cementerio de los antiguos dioses. Un escenario de lo más propicio para ver el nacimiento de un nuevo titán.





El inimitable James Earl Jones como Thulsa Doom




Millius sigue aquí un patrón ya visto muchas veces en otras fábulas míticas, sin embargo, la presentación de sus ingredientes en esta ocasión es tan poderosa visualmente y tan efectiva en lo temático que pronto olvidamos los lugares comunes de este tipo de historias en favor del fantástico espectáculo de ideas que Millius orquesta para nosotros. Así, nuestro héroe se enfrenta a su enemigo sin estar preparado y los resultados son casi fatales, lo que ejemplifica aquel viejo recurso del héroe que aún no está lo suficientemente maduro para asumir su rol como tal. Conan, hecho prisionero y torturado, es llevado ante Thulsa Doom quien le expone su nueva filosofía: la carne es más fuerte que el acero que antaño buscó con tanta ansia, esa es la verdadera esencia del Enigma del Acero. ¿Qué es la espada sin la mano que la empuña?, pronuncia solemne. El místico ha caído en la cuenta de que es la fuerza de voluntad lo que determina la verdadera naturaleza del guerrero. Y no le falta razón. No obstante, la suya es una revelación que no ayuda a la iluminación, sino a perpetuar la oscuridad: el suyo es un culto pervertido a la tiranía y a la muerte que no puede engendrar bondad ni civilización, sólo destrucción.

Doom ordena crucificar a Conan en el Arbol de la Aflicción (otra imagen extraordinaria, cargada de terrible poesía). Al borde de la muerte es rescatado por Subotai. Aqui la película da otro paso en la construcción del mito. Agónico, Conan es sometido a encantamientos con el fin de no ser llevado al más allá por los demonios que le reclaman. Akiro emplea toda sus mañas, pero la batalla parece perdida a no ser que los dioses se cobren “un terrible precio”. Valeria responde: “yo les pagaré”. No puede haber heroísmo sin sacrificios. El amor de Conan y Valeria queda maldito en ese momento por una tragedia que no tardará en llegar. La idea queda sellada cuando Valeria le comenta a un convaleciente Conan: “de ser necesario, volveré desde la misma muerte para combatir a tu lado”. Desde ese momento y hasta la espectacular conclusión, Conan The Barbarian es un canto épico de hermosas connotaciones y profundas significancias. La experiencia de la casi muerte ha hecho madurar finalmente a Conan. Ha encontrado una nueva sabiduría a las puertas de la muerte. A su propia manera, ha develado el Enigma del Acero. Doom tiene razón hasta cierto grado. La fuerza de voluntad es más fuerte que el acero – la secuencia en la que practica con la espada, pero finalmente lo que aprecia es la fuerza de su puño es por lo demás reveladora – pero esa voluntad y ese acero deben ser usados para la vida, no para la muerte. Con inteligencia, no con barbarismo. Como nunca antes, el personaje usa la astucia para conseguir sus objetivos (sus actos de ladrón eran torpes e improvisados). Ataca nuevamente el refugio de Doom al cobijo de la noche y cumple eficientemente su misión de rescatar a la hija del rey Osric. Pero como he apuntado, no puede haber héroe sin sacrificio. Valeria cae bajo la fecha ponzoñosa de Doom, herida de muerte. Los dioses se han cobrado su “terrible precio” por la vida de Conan. Ya no habrá para él más posible opción que la espada y la consumación de una largamente esperada venganza. ¿ O nos equivocamos? Luego de la sentida escena en la que el guerrero crema a su amada (por que lloras?, pregunta Akiro a Subotai; El es Conan, el cimerio, responde, El nunca llorará. Yo lloro por él) Conan, ayudado por Subotai y Akiro, prepara Los Túmulos para afrontar el asalto final de Doom (el corte incluido en el DVD es un “international cut” distinto al que antiguamente se comercializó en video. Este nuevo montaje incluye aquí un monologo de Conan de insospechado calado humano. Es un pequeña, pero gran adición a la película). En una bella imagen, plena de serenidad, vemos a Conan pensativo, aguardando su destino. Es una imagen que Millius, significativamente, mima por largos segundos. Conan ya no es un bárbaro. Es un guerrero. Pero sobre todo, es un hombre capaz de pensamiento, de reflexión. Entonces, los esbirros de Doom aparecen en el horizonte. Conan está a punto de convertirse en héroe y en leyenda.

Lo que Millius ha hecho con Conan, The Barbarian es realmente notable. Ha creado una bella epopeya de acción, donde lo épico está tanto en la violencia de los actos de guerra como en el viaje espiritual del protagonista de la oscuridad hacia la luz. De la ignorancia del ser al reconocimiento del yo. Es un largo viaje que comienza con sangre y violencia, transita por la amargura y la sed de venganza y termina en la revelación del propio potencial humano, más allá de la barbarie. Cuando Conan, vencedor en Los Túmulos, regresa al templo de Doom para consumar su venganza, el acto ha dejado de ser la realización egoísta de un deseo personal. Es el necesario rito de pasaje de un hasta entonces hombre-niño a la condición de guerrero y líder. Doom intenta hipnotizarle, hacerle sucumbir bajo la influencia de su fascinante mirada, como hiciera con su madre tantos años antes, pero el héroe es ahora demasiado fuerte en su voluntad de prevalecer por sobre la tiniebla como para sucumbir. Conan extingue la influencia de Doom, decapitándole con la espada rota de su padre, un rotundo toque de coherencia temática por parte de Millius ( nótese que luego de matar a su enemigo, Conan arroja la espada al vacío. Otro gesto revelador). Sus discípulos, en tanto, impresionados por la hazaña de Conan, se marchan extinguiendo la falsa luz del maligno profeta. Por un momento la oscuridad parece desbordar al mundo. Millius prepara así el escenario para el momento más significativo de la película.

Es una secuencia de gran belleza plástica, sin diálogo alguno, concienzudamente presentada para servir de conclusión al arco temático del film. Vemos a Conan nuevamente reflexionando, sentado en las escalinatas del templo, contemplando las posibilidades que se abren ante el. Podría tomar el poder que ahora está a su disposición, tal vez ocupar el vacío dejado por Doom. En cambio, poniéndose de pie, Conan arroja una antorcha hacia el templo – la pureza de sus movimientos nos recuerda los de un atleta olímpico – y hace arder el palacio de Doom. Nacido de su mano, el fuego que se abre a la noche es ahora el poder purificador de la iluminación. El viaje de Conan está completo. Él es la luz que ha de abrir la vía a la verdadera civilización. Una fuerza del bien, nacida a la sombra moribunda del mal. Para evitar cualquier duda, Millius nos muestra a la princesa arrodillándose en alabanza ante Conan, como si de un conquistador se tratase. Conan, sin embargo, pasa de largo, ignorando la sumisión de la mujer. Los momentos finales de la película nos muestran a Conan guiando de la mano a la princesa (la corporización de la inocencia perdida) hacia una nueva senda, de vuelta a casa. A lo lejos, se abren las nubes en el cielo y amanece un nuevo día. Un nuevo comienzo.





Un guerrero iluminado, ya no más un barbaro




La primera vez que vi Conan, The Barbarian debo haber tenido unos doce o trece años. A esa edad lo que más se quedó conmigo fue lo potente que la película era en aliento épico y lo desatado de su violencia. Y la música, claro. La banda de sonido de Basil Poledouris (Robocop, The Hunt For The Red October) es sencillamente magnífica. Pocas veces he encontrado una sinergia más lograda entre imagen y música que en esta película. Conan sería menos película y menos clásico sin las composiciones de Poledouris, definitivamente. Ahora bien, dado lo muy en serio que me tomo la película (y sinceramente, me la tomo muy en serio) podría hacer pensar que no soy capaz de ver sus deficiencias. Las veo y soy consciente de ellas. Millius adopta un tono operático, casi grandilocuente, pero a ratos el tono se le cae de las manos. Es cierto. La actuación es irregular, con profesionales dando todo de sí, mientras el trío protagonista logra sacar adelante sus roles por mero instinto. También es cierto (aunque para mi, esto es un punto que, curiosamente, trabaja a favor de la película). Y, sin embargo, la convicción de Millius en la historia que nos narra y la sincera admiración que siente por los personajes es tan infecciosa que, al final del día, la autenticidad de intenciones de la película hace olvidar estas falencias. Conan the Barbarian es una película de aventuras realmente memorable, sin ser gran cine. Una película profunda, sin ser pesada. Una historia fantástica, extrañamente realista. Habrá quienes la odien por su violencia, quienes la tomen por una tontería pretenciosa que se toma demasiado en serio su propia importancia o incluso otros quienes se reían de su exagerado, potencialmente absurdo universo. Allá ellos. Para mí, es nirvana puro. Luego de verla, sigo convencido de su gran poder de sugestión, de la magnífica calidad de sus imágenes y simplemente, de lo endiabladamente entretenida que es.

Aunque también hace lamentar que Millius no se prodigue más como director. Después de todo, este hombre tiene a su haber dos de las joyas de aventuras más criminalmente subestimadas de los últimos 30 años, la estupenda The Wind & The Lion (con un poco probable Sean Connery como lider arabe rebelado contra el poder colonialista de Roosevelt) y la bella, elegíaca Farewell To The King, una crepuscular aventura bélica con Nick Nolte. Se trata de dos magníficas muestras de buen cine de aventuras, totalmente coherentes en espíritu con esta lectura de Conan. Millius, que también es un renombrado guionista – suyo es el guión de Apocalypse Now – es un personaje pintoresco, por decir lo menos. En el peor de los casos, es una presencia incómoda para algunos. De joven fue rechazado por las fuerzas armadas debido a un agudo asma, hecho que le produjo una gran amargura. Para compensar, se convirtió en un coleccionista de armas de fuego (Millius sigue las creencias de la Asociación Nacional del Rifle), de espadas y de antigüedades militares. Así mismo, es un consumado historiador militar y un estratega aficionado, sin olvidar que su máximo héroe es Theodore Roosevelt. Todo un personaje, como podemos ver, que a fuerza de políticamente incorrecto, resulta admirable en su irreducible consecuencia. Conan y Millius estaban destinados a encontrarse.

Y mejor para nosotros que haya sido así. Tal vez Millius nos parezca un tipo políticamente incorrecto o incluso reprochable en ciertas actitudes, pero no hay duda que es también un hombre apasionado que se deja el alma en lo que hace. Como todo pequeño gran autor, sus películas pueden que parezcan insensatas, puede que no gusten del todo, pero son honestas e innegablemente suyas. Independientemente de lo que pensemos del hombre, Millius es un narrador de vieja escuela, que sabe qué decir y cómo decirlo en el momento adecuado. Un verdadero hombre de cine al que, en calidad de tal, admiro mucho. Conan The Barbarian no sería la gran película que es si no fuera por él. Y por eso, le estoy profundamente agradecido.